
💦 Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "Crónicas del Dios del Océano".
Soy Persephone, y hoy les presento el capítulo veintiseis de esta nueva aventura, donde exploraremos el pasado de Poseidón, y descubriremos todas las vivencias que lo forjaron como el majestuoso Dios del Océano que conocemos.
¡Los invito a acompañarme en este emocionante viaje!
💦 Resumen del anterior capítulo: “Padre e Hija en la Sombra”
La aurora ilumina una ciudad que intenta renacer tras la batalla, pero la calma es solo aparente. Atenea percibe que las sombras no han desaparecido, sino que esperan el momento oportuno para regresar. Zeus, debilitado y sin su trueno, se mezcla entre los mortales, ayudando en la reconstrucción y aceptando su nueva fragilidad. Ambos dioses sienten que el sacrificio de Poseidón no selló un final, sino que abrió un paso hacia algo nuevo e incierto. En una caverna cercana, descubren símbolos extraños y una energía oscura que despierta desde las profundidades: fragmentos de antiguas promesas y nombres olvidados que conforman el “lenguaje de lo perdido”. Atenea comprende que aquello que los dioses entregaron no ha desaparecido, sino que se ha transformado.
Esa noche, Zeus y Atenea se reúnen con los mortales, compartiendo no poder, sino experiencia y humanidad. Sin embargo, bajo la superficie, una nueva conciencia empieza a gestarse: algo nacido del sacrificio y del equilibrio entre luz y sombra. Atenea sueña con una figura sin rostro, una presencia nacida del fuego y la oscuridad, mientras Zeus confirma que ambos pueden sentirla. Saben que lo que dejaron atrás busca una nueva forma, y que el precio de caminar entre los hombres puede ser alto. Cuando el sol se alza teñido de rojo al amanecer, ambos comprenden que el verdadero desafío no será reconstruir el mundo perdido, sino aceptar lo que está a punto de nacer: una nueva fuerza que podría cambiar el destino de dioses y mortales por igual.
💦 Capítulo 26: “El Latido del Abismo”
La tormenta comenzó sin aviso. Las olas, que hasta entonces se mecían en calma, se alzaron como muros líquidos que rugían con voces antiguas. Desde la costa, los mortales miraron hacia el horizonte con temor: el mar estaba vivo, respirando como una bestia que acababa de despertar. Zeus y Atenea contemplaron aquel espectáculo desde los acantilados del sur, donde el viento arrastraba la espuma y el olor a sal les recordaba que lo sagrado y lo salvaje eran una misma cosa.
—Está llamándonos —murmuró Atenea, con la mirada fija en el horizonte.
—No. Nos está advirtiendo —corrigió Zeus, mientras los rayos del amanecer teñían sus ojos de un oro cansado—. Poseidón no levantaría el mar de este modo… a menos que algo más lo hiciera a través de él.
El trueno resonó débil, como un eco de lo que fue. Zeus cerró los puños, sintiendo el vacío donde antes su poder respondía. Atenea posó una mano sobre su brazo.
—No necesitas el rayo para guiarte, padre. Solo el valor para descender.
—Descender… —repitió él, mirando las aguas furiosas—. Como lo hizo él.
Ambos caminaron hacia el borde del acantilado, y sin más palabras se lanzaron al abismo. La espuma los envolvió, el mundo se volvió un torbellino de presión y oscuridad, y pronto la superficie quedó atrás. Descendieron como centellas apagadas, atravesando capas de silencio y memoria. A su alrededor, el océano parecía vibrar con un pulso propio, como si el corazón del mundo latiera en cada corriente.
Atenea abrió la palma y una esfera de luz emergió, revelando una vasta extensión de ruinas. Columnas coralinas, templos derrumbados y estatuas devoradas por algas formaban un paisaje espectral. Entre ellas, el agua se movía con la precisión de un pensamiento: las corrientes formaban remolinos que parecían observarlos.
—Esto no es solo el mar —susurró Atenea—. Es una mente que despierta.
Zeus sintió un escalofrío que no provenía del frío. En el fondo de aquella oscuridad, una figura se alzaba lentamente. La reconoció antes de verla por completo: un tridente resplandeciente entre sombras líquidas, y una silueta coronada por algas que ondeaban como llamas azules. Poseidón emergió del abismo, pero su mirada… ya no era del todo suya.
—Hermano… —dijo Zeus, avanzando un paso.
La voz de Poseidón resonó como un oleaje produnfo, cada palabra arrastando ecos de antiguas plegarias y naufragios olvidados.
—¿Hermano? ¿Qué nombre tiene ese lazo, cuando lo que nos une ya no pertenece a este mundo?
Atenea sintió que el agua temblaba a su alrededor. En los ojos del dios del mar no había hostilidad, pero sí una distancia insondable. Era como mirar al océano mismo: inmenso, hermoso… y ajeno.
—El pacto se rompió —continuó Poseidón—. Yo lo sostuve en mi carne, lo sellé con mi aliento, y el mar lo absorbió. Pero el mar recuerda. Él no olvida lo que los dioses entregan.
Zeus alzó la voz, profunda y contenida:
—Sacrificaste tu esencia para contener el caos, no para convertirte en él.
Una sonrisa amarga cruzó el rostro de Poseidón.
—¿Y qué diferencia hay, Zeus? Lo que se contiene demasiado tiempo termina tomando forma. El abismo me habló… y en su voz escuché la verdad de todas nuestras caídas.
El fondo marino vibró con aquella declaración. Las ruinas se iluminaron con destellos turquesa, y las estatuas antiguas comenzaron a moverse, girando sus rostros hacia los tres dioses. No eran simples esculturas: eran guardianes dormidos, fragmentos del pacto que Poseidón había absorbido.
Atenea dio un paso adelante, alzando su lanza.
—Si lo que habla a través de ti no es el mar, sino lo que lo habita, entonces debemos contenerlo antes de que reclame el mundo.
Poseidón alzó el tridente, y las aguas se estremecieron.
—¿Contenerlo? No puedes contener lo que ya forma parte de mí. Cada corriente, cada ola que toca la orilla lleva mi voz. El equilibrio no se restaura con fuerza, Atenea. Se renueva con sacrificio.

Un remolino los envolvió. Zeus trató de mantener el equilibrio, pero la corriente era demasiado poderosa: no los atacaba, los juzgaba. Las voces del abismo susurraban a su alrededor, fragmentos de un lenguaje que solo los dioses antiguos conocían.
“Lo que fue entregado… exige retorno.”
Atenea, con esfuerzo, alcanzó a clavar su lanza en el suelo, liberando un destello de luz pura que cortó el flujo de oscuridad.
—Poseidón, si aún queda algo de ti, guíanos. No permitas que lo perdido se confunda con lo justo.
Durante un instante, el brillo ajeno en los ojos del dios del mar vaciló. Un temblor recorrió el océano.
—Atenea… —susurró él, apenas audible—. No lucho contra ustedes… lucho por no convertirme en aquello que guarda mis aguas.
Zeus se acercó, extendiendo una mano.
—Entonces no lo enfrentes solo. Somos los hijos de Cronos. Si el abismo exige un precio, lo pagaremos juntos.
Las corrientes se detuvieron. El silencio del fondo marino fue total, y el agua se volvió pesada como el tiempo. Poseidón cerró los ojos, y de su pecho brotó una luz azul que se dividió en tres corrientes, uniendo a los hermanos. Por un instante, el mar entero pareció contener la respiración.
Pero entonces, una grieta se abrió bajo ellos. De ella emergió un resplandor oscuro, como si el corazón del océano hubiese decidido hablar por sí mismo. De esa herida fluyó una voz, sin forma ni cuerpo, más antigua que los dioses:
—El equilibrio no se restaura. Se reclama.
El tridente de Poseidón se alzó sin su voluntad. Las aguas se tiñeron de negro, y el latido del abismo se volvió ensordecedor. Zeus y Atenea fueron arrastrados hacia el remolino, sintiendo que la voluntad del océano los absorbía.
Antes de desaparecer, Atenea gritó:
—¡No dejes que te consuma, tío! ¡Recuerda quién eres!
Poseidón levantó la mirada, y en sus ojos brilló una chispa de reconocimiento.
—Lo intentaré… —murmuró—. Pero el mar… ya no me pertenece.
El abismo se cerró sobre ellos con un rugido, y la superficie del océano se tornó en un espejo inmóvil. Solo una corriente persistió, viajando hacia la orilla, como si el propio mar quisiera avisar a los mortales que algo inmenso había despertado.
Bajo la calma aparente, un nuevo latido se hizo escuchar, profundo y constante: el corazón del mundo había abierto los ojos. Y su primera mirada fue hacia los dioses.
💦 En el próximo capítulo de "Crónicas del Dios del Océano"...
¡No se lo pierdan la próxima semana!
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
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