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"Padre e Hija en la Sombra" [Capítulo 25] Crónicas del Dios del Oceáno - Infinity Kingdom

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Article Publish : 10/12/2025 05:25
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💦 Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "Crónicas del Dios del Océano".

Soy Persephone, y hoy les presento el capítulo veinticinco de esta nueva aventura, donde exploraremos el pasado de Poseidón, y descubriremos todas las vivencias que lo forjaron como el majestuoso Dios del Océano que conocemos.

¡Los invito a acompañarme en este emocionante viaje! 


💦 Resumen del anterior capítulo:El Eco de lo Perdido

La ciudad renacida brilla nuevamente bajo la bendición de Poseidón, pero su esplendor no logra ocultar el peso de las pérdidas. Los mortales reconstruyen con esperanza y dolor, mientras los dioses enfrentan una crisis más profunda: la pérdida de su poder y propósito. Zeus, sin su cetro ni su dominio sobre el trueno, se siente despojado de su soberanía. Atenea, incapaz de hallar claridad en su mente, ha perdido la sabiduría que siempre la guió. Ambos caminan entre los sobrevivientes, intentando brindar consuelo, pero descubren que también ellos están rotos.

En medio del silencio que sigue a la reconstrucción, padre e hija reconocen su vulnerabilidad. Zeus lamenta haber dejado de ser el monarca del Olimpo, mientras Atenea comprende que los mortales ya no necesitan dioses inquebrantables, sino compañeros en su lucha. Ella propone un nuevo propósito: ser divinidades que caminen junto a la humanidad. Aunque sus palabras duelen, siembran en Zeus una chispa de entendimiento: la era del dominio ha terminado, y empieza una de empatía y acompañamiento.

Pero la noche trae consigo un eco inquietante. Las sombras se deslizan entre los muros, encarnando todo lo que fue sacrificado para restaurar la ciudad. Mortales y dioses sienten su presencia y temen que lo perdido regrese para reclamar su lugar. Zeus y Atenea enfrentan ese miedo juntos, descubriendo en su fragilidad una nueva fuerza: el valor de permanecer unidos. Zeus alza la voz para inspirar a los humanos, recordándoles que el sacrificio no los dejó vacíos, sino enlazados por la esperanza. Atenea, aceptando sus dudas, promete caminar junto a ellos en la oscuridad. Así, el miedo retrocede y la ciudad vuelve a latir. Sin embargo, ambos saben que las sombras no han desaparecido, solo esperan su momento para volver. Por ahora, en su vulnerabilidad compartida, el Olimpo encuentra un respiro.


💦 Capítulo 25: “Padre e Hija en la Sombra”

La aurora se alzó lenta sobre la ciudad renacida, tiñendo los corales de fuego con un resplandor incierto. Las hogueras aún humeaban, testigos de una noche en la que las sombras habían cedido… pero no desaparecido. Atenea fue la primera en notarlo. Desde lo alto del templo medio derruido, vio cómo los reflejos del amanecer se quebraban sobre el suelo, como si la luz dudara en posarse del todo. Las sombras se habían replegado, sí, pero su quietud era la del acecho.

Zeus dormía poco. Desde que el trueno lo había abandonado, el silencio del cielo era una herida que no cerraba. Aquella mañana lo encontró junto a los mortales, ayudando a mover bloques de piedra. Sus manos, que habían sostenido el rayo y el cetro del poder absoluto, ahora estaban cubiertas de polvo. Pero en sus ojos se adivinaba algo distinto: un cansancio que no era derrota, sino aceptación.

Las sombras no se van —dijo Atenea a su lado, mientras observaban las ruinas del foro central—. Solo esperan que bajemos la guardia.

Lo sé —respondió Zeus con voz grave—. Puedo sentirlas, en los temblores del suelo. En cada piedra que movemos.

El viento sopló entre los escombros, arrastrando un rumor que no provenía del mar ni de los hombres. Era un susurro antiguo, una nota disonante que parecía provenir de la tierra misma. Los dos dioses se miraron. Ninguno necesitó palabras: sabían que el sacrificio que Poseidón había hecho no había sellado un final, sino abierto un paso hacia algo nuevo… e imprevisible.

A medida que el día avanzaba, los mortales reconstruían templos y hogares con fervor, ignorando la tensión que se acumulaba bajo sus pies. Los niños reían, las madres cantaban plegarias, y el aire se llenaba de una esperanza frágil. Pero en los pozos de agua y en los túneles donde la luz no llegaba, el reflejo del líquido se agitaba con una vida propia. Lo perdido despertaba.

Atenea descendió hasta una caverna cercana, guiada por una sensación que no podía explicar. La claridad que había caracterizado su mente se le escapaba entre los dedos, pero aún conservaba el instinto de quien comprende los patrones ocultos del mundo. En las paredes de piedra, vio símbolos que no recordaba haber tallado: figuras en espiral, coronadas por llamas apagadas y alas de sombra. Al tocarlas, la roca vibró con un pulso débil, casi como si respondiera a su presencia.

Esto no lo hicieron los hombres —susurró.

Zeus apareció tras ella, el eco de sus pasos resonando con el peso de su antigua autoridad. —Ni los dioses —añadió, posando la mano sobre una inscripción que parecía recién esculpida—. Esto pertenece a algo que no debería tener voz.

El suelo tembló. Una corriente oscura emergió de las grietas, girando sobre sí misma como humo líquido. De su centro brotaron murmullos, fragmentos de oraciones olvidadas, promesas rotas y nombres que hacía eones no se pronunciaban. Era el lenguaje de lo perdido.

Atenea dio un paso atrás. —Zeus… esto es lo que entregamos. No se ha extinguido. Se ha transformado.

El dios del cielo la miró con gravedad. En su mirada ardía una chispa de temor, pero también de resolución. —Entonces debemos entenderlo antes de que reclame lo que considera suyo.

Salieron de la caverna con el temblor aún recorriendo el suelo. Los mortales los observaban, inquietos, sintiendo sin comprender. Una anciana se acercó a Atenea y le ofreció una jarra de agua.

Bebed, diosa. Han trabajado sin descanso. No sois de piedra, aunque parezcan.

Atenea aceptó el agua con una sonrisa cansada. Aquellas palabras resonaron más profundo de lo que esperaba. No sois de piedra… Quizás ese era el nuevo inicio que el destino les ofrecía: ser imperfectos, ser cercanos.

Esa noche, reunidos junto a los mortales, Zeus y Atenea hablaron no desde un pedestal, sino como dos voces entre muchas. Contaron lo que habían aprendido, no sobre el poder, sino sobre la pérdida. El fuego que ardía en el centro del campamento parecía más cálido que cualquiera de sus antiguos rayos.

Pero mientras las risas y los cantos llenaban la plaza, la tierra bajo sus pies continuaba respirando. Desde la profundidad, un nuevo corazón latía: no era divino ni mortal, sino algo intermedio. Lo que había sido entregado en sacrificio se estaba reconfigurando, moldeando una conciencia distinta, tejiéndose a partir de lo que los dioses habían abandonado.

Atenea se despertó en mitad de la noche, sobresaltada. En sus sueños había visto un rostro sin rasgos, una figura nacida del fuego y la sombra, observándola con una calma insoportable. Al abrir los ojos, creyó ver su silueta proyectada en la pared, antes de desvanecerse.

Zeus se hallaba fuera, mirando las estrellas con el ceño fruncido. —Lo sientes también, ¿verdad? —preguntó sin volverse.

Sí. Lo que dejamos atrás… está buscando forma.

El viento trajo un murmullo desde el horizonte, tan suave que apenas podía distinguirse de una plegaria.

Padre, si esto es el precio de caminar con los mortales, ¿podremos soportarlo? —preguntó Atenea.

Zeus no respondió de inmediato. El fuego de una antorcha osciló entre ellos, proyectando sombras largas sobre el suelo. Finalmente, habló con vos serena:

No sé si podremos. Pero sé que debemos intentarlo. Si el Olimpo ha de caer, que lo haga con nosotros de pie.

El murmullo se elevó, transformándose en un canto bajo la tierra. Las sombras habían aprendido el lenguaje del sacrificio, y pronto aprenderían el del regreso.

La aurora siguiente no trajo calma, sino presagio. El sol emergió teñido de rojo, como si el cielo mismo hubiera sangrado durante la noche. Y mientras los mortales despertaban entre sueños inquietos, Zeus y Atenea comprendieron que el verdadero desafío no estaba en reconstruir lo que se había perdido… sino en aceptar lo que estaba a punto de nacer.





💦 En el próximo capítulo de "Crónicas del Dios del Océano"...

Las mareas se agitarán una vez más, trayendo consigo no solo el rumor de las profundidades, sino el eco de antiguos juramentos. Mientras la tierra tiembla bajo el despertar de lo perdido, Zeus y Atenea emprenderán un viaje hacia el corazón del océano en busca de aquel que selló el equilibrio con su sacrificio: Poseidón.

Pero el dios del mar ya no es el mismo. En los abismos donde su poder se mezcló con la esencia del pacto roto, algo ha cambiado. Las corrientes lo obedecen, sí, pero su mirada guarda un brillo ajeno, como si el océano hablara a través de él. Cuando sus hermanos lo encuentren, deberán decidir si aún es su aliado… o si se ha convertido en la voz de aquello que intenta regresar.

Entre aguas que susurran verdades y un fondo marino que late con conciencia propia, los tres hijos de Cronos se reunirán para enfrentar el precio final de la restauración.

Porque lo que fue entregado al mar no siempre permanece dormido… y lo que despierta en las profundidades podría reclamar no solo el trono de los dioses, sino el destino mismo del mundo.






¡No se lo pierdan la próxima semana!

Muchas gracias por su tiempo y apoyo,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.

🌸Persephone



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- Infinity Kingdom / 無盡城戰

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