
🌸 Muy buenas tardes, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "La Última Sanadora"!
Soy Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo sesenta y siete que se enfoca en Teodora, sus aventuras y su evolución para convertirse en la más destacada curandera de los últimos tiempos.
¡Acompáñenme en este emocionante capítulo!
🌸 Resumen del anterior capítulo: “Sombras en el Espejo Roto”
Teodora, Manco Cápac, Atenea, Khubilai y Lucasta, atraviesan un valle dominado por un espejo fragmentado que revela visiones oscuras de ellos mismos. De los fragmentos surgen réplicas distorsionadas y crueles, con las que deben enfrentarse en un combate brutal. Manco casi es derrotado por su doble, Atenea resulta herida, Khubilai ve caer a sus lobos y Lucasta es encadenado por sombras.
Teodora enfrenta a su reflejo, que intenta quebrarla psicológicamente, pero en lugar de luchar con violencia, lo abraza y logra deshacer la oscuridad. Este acto desencadena la victoria del grupo: las copias se desmoronan y el espejo se disuelve. Aunque consiguen superar la prueba, todos quedan marcados por la experiencia, comprendiendo que sus mayores enemigos son las sombras que aún habitan dentro de ellos.
🌸 Capítulo 67: “El Guardián de las Grietas”
El valle se cerró tras ellos como un recuerdo sellado, pero el eco del espejo no abandonaba sus pensamientos. El aire estaba denso, y cada respiración parecía arrastrar consigo la memoria de las heridas recientes. Atenea avanzaba con firmeza, aunque su hombro aún dolía pese a la sanación de Teodora. Manco caminaba en silencio, más callado de lo habitual, como si temiera que cualquier palabra pudiera romper la delgada calma.
El sendero descendía hacia un cañón profundo. La tierra estaba agrietada, como si una fuerza antigua hubiera desgarrado la montaña desde sus entrañas. Allí, en el fondo, un río de luz y sombra fluía como un torrente inquieto, resplandeciendo con un fulgor antinatural.
Lucasta batió sus alas, nervioso, y descendió primero, iluminando la grieta con su resplandor. El reflejo de su cuerpo en el río parecía multiplicarse en miles de dragones pequeños, cada uno torciéndose en formas extrañas, como si el agua misma quisiera crear nuevas réplicas.
—No me gusta —murmuró Khubilai, acariciando el pelaje de su lobo herido—. Este lugar no refleja… devora.
De pronto, una vibración estremeció la grieta. El suelo tembló, y el río de luz y sombra se agitó hasta formar un remolino. Del centro emergió una figura colosal, una silueta humanoide formada por los fragmentos del espejo que habían destruido antes. Sus ojos, vacíos como un abismo, brillaban con un fulgor helado.
—Soy el Guardián de las Grietas —retumbó su voz, grave como un derrumbe—. Ustedes quebraron el Espejo del Juicio, y con ello liberaron lo que no debía despertar.

El grupo retrocedió, instintivamente. Manco levantó su lanza, aunque sus manos sudaban. Atenea se interpuso delante de Teodora, el escudo firme a pesar de su debilidad reciente.
—No buscamos destruir —respondió Atenea con voz firme—. Solo sobrevivimos a lo que nos atacó.
El Guardián inclinó el rostro, y los fragmentos que lo formaban crujieron como vidrio a punto de romperse.
—Sobrevivir tiene un precio. Cada uno de ustedes lleva ahora dentro una grieta. Si no aprenden a cerrarla, se abrirá de nuevo… y la oscuridad saldrá por ustedes.
Sus palabras hicieron que el silencio pesara aún más. Teodora apretó el báculo contra su pecho, recordando la sonrisa cruel de su réplica. ¿Podría esa grieta volver a crecer en su interior?
Pero antes de poder responder, el Guardián extendió una mano. El río de luz y sombra se agitó y, del agua, comenzaron a elevarse pequeñas figuras: no copias completas, sino fragmentos desgarrados de cada uno de ellos. Trozos de recuerdos, de emociones rotas, convertidos en seres deformes que se arrastraban hacia la superficie.
Lucasta rugió, batiendo las alas con fuerza, pero el Guardián no se inmutó.
—No podrán avanzar sin enfrentar las partes que aún niegan. Yo no lucho contra ustedes… ustedes lucharán contra sí mismos otra vez.
El río se desbordó, y los fragmentos comenzaron a rodearlos, formando un círculo cerrado. Teodora sintió que la tierra bajo sus pies temblaba como un corazón que latía demasiado rápido.
Manco levantó su lanza, pero esta vez no rugió con furia. Su voz, en cambio, sonó casi quebrada:
—Si esto es cierto… quizás no se trata de vencer. Quizás se trata de resistir.
Atenea lo miró de reojo, reconociendo en él algo distinto: por primera vez, no buscaba imponerse, sino aceptar su propia fragilidad.
El Guardián los observaba, inmóvil, esperando.
Y mientras las figuras fragmentadas se acercaban, Teodora sintió que la verdadera batalla aún no había comenzado: no era contra la oscuridad externa, sino contra el modo en que cada uno aceptaría sus propias grietas.
El río rugió, y la prueba comenzó.
¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!
Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
🌸Persephone
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