Las Aventuras del Conquistador

🌸 Muy buenas tardes a todos, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de esta fascinante historia!

Les habla Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo treinta y cinco de Las Aventuras del Conquistador. En esta entrega, nos centraremos en Alejandro Magno y en su evolución hacia una figura legendaria.

¡Prepárense para sumergirse en su épico viaje!

Resumen del capítulo anterior: “Encuentro en el Bosque: El Umbral del Sueño”

Tras la intensa batalla, el grupo se tomó un breve respiro antes de continuar su travesía. Con la certeza de que no podían quedarse mucho tiempo en el lugar, siguieron el sendero señalado por el zorro, adentrándose en un bosque cada vez más denso y cubierto de una niebla espesa. Finalmente, llegaron a un claro donde encontraron un monolito de obsidiana tallado con inscripciones antiguas que hablaban de un sello y un sueño eterno relacionado con Nueve Colas. Al tocar la piedra, Zenobia activó una misteriosa energía que los envolvió en una luz cegadora, transportándolos a un templo en ruinas.

En el templo, fueron recibidos por una mujer envuelta en niebla, con nueve colas flotando tras ella, quien se presentó como la guardiana del sueño. Con una voz enigmática, les advirtió que despertar a Nueve Colas no sería sencillo y, para demostrar su valía, tendrían que superar una prueba. De repente, el suelo se resquebrajó y el mundo se transformó, sumergiéndolos en un paisaje onírico donde cada uno enfrentó sus peores miedos y dudas. Alejandro quedó atrapado en un campo de batalla cubierto de cadáveres, Carlomagno fue puesto a prueba como líder sin la confianza de su ejército, y Zenobia se encontró en la oscuridad, privada de su luz.

La prueba definitiva había comenzado. Más allá de su fuerza en combate, debían demostrar que su voluntad era inquebrantable y que su unidad seguía siendo su mayor fortaleza. La guardiana los observaba desde la distancia, esperando ver si eran realmente dignos de despertar a su maestra.

Capítulo 35: “Encuentro en el Bosque: El Juicio de los Corazones”

Alejandro sintió el peso del acero en su mano, su espada cubierta de sangre oscura, y la mirada de aquellos que yacían a su alrededor. Su corazón latía con fuerza mientras su mente intentaba discernir la realidad de la ilusión. Reconocía los rostros de sus enemigos caídos, pero también los de sus aliados, rostros de aquellos que había jurado proteger. La duda se apoderó de él. ¿Era esta su verdadera naturaleza? Un conquistador, un guerrero que solo traía destrucción a su paso.

De pronto, una voz suave y femenina susurró a su oído, un eco en la bruma que lo rodeaba:

—Tu espada no es solo un arma de muerte, sino también de protección. No defines tu destino con la sangre que derramas, sino con los ideales que defiendes.

Alejandro cerró los ojos y apretó los puños. No era un simple conquistador. Su espada no solo traía guerra, sino también protección. Exhaló con determinación y avanzó, sin miedo a la ilusión. La bruma se disipó y sintió una energía renovada en su ser.

Carlomagno sintió la frialdad del trono bajo sus manos. A su alrededor, los ojos de su pueblo lo observaban con desconfianza, susurros y murmullos llenaban la sala dorada. El peso de la corona en su cabeza se volvía insoportable. Había dedicado su vida a la justicia y el honor, pero aquí estaba, enfrentando la realidad de que su liderazgo no inspiraba confianza. La duda se filtraba en su corazón: ¿Acaso todo su sacrificio había sido en vano?

—No eres un rey porque los demás lo digan —susurró la misma voz, llena de calma y certeza—. Eres un rey porque tomas la responsabilidad de guiar, aunque otros duden de ti.

Carlomagno se levantó con firmeza. Su liderazgo no se basaba en la aprobación de los demás, sino en su convicción de hacer lo correcto. Si su pueblo dudaba de él, entonces demostraría con hechos, no con palabras, que era digno de su confianza. La visión se fragmentó y la sala dorada se desvaneció, dejando una sensación de renovada seguridad en su corazón.

Zenobia se encontraba en un abismo sin fin, envuelta en tinieblas. Buscó su medallón, pero no estaba. El pánico se instaló en su pecho. Sin su luz, se sentía indefensa. La oscuridad la rodeaba, susurrándole palabras de derrota, recordándole cada error, cada debilidad.

—Tu luz no depende de un objeto —susurró la voz, tan cálida como el amanecer—. Tu luz eres tú. Encuéntrala en tu interior.

Zenobia dejó de luchar contra la oscuridad y, en su lugar, cerró los ojos y recordó: la luz no venía de un objeto, sino de su interior. Sintiendo el calor de su propia fuerza, abrió los ojos y encontró un destello en su palma. Su luz había vuelto, disipando la sombra con su propia convicción.

El paisaje onírico comenzó a fracturarse. Las ilusiones se disiparon y los tres regresaron al templo en ruinas. Frente a ellos, la guardiana del sueño asintió con aprobación.

—Habéis superado la prueba —dijo con voz solemne—. Sois dignos de despertar a Nueve Colas.

Con un movimiento de su mano, la niebla que cubría el templo se disipó, revelando una inmensa estatua de piedra en el centro de la sala. Ojos tallados en jade brillaron con una luz intensa y, poco a poco, la piedra comenzó a agrietarse.

El sueño de Nueve Colas estaba por llegar a su fin.

¡Hasta aquí llegamos con este capítulo!

Espero que les haya gustado.

Muchas gracias,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo de mi historia.

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