💦 Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "Crónicas del Dios del Océano".
Soy Persephone, y hoy me llena de emoción presentarles el segundo capítulo de esta nueva aventura, donde exploraremos el pasado y presente de Poseidón, y descubriremos todas las vivencias que lo forjaron como el majestuoso Dios del Océano que conocemos.
¡Los invito a acompañarme en este emocionante inicio de su viaje!
💦 Resumen del anterior capítulo: “Del Olimpo a la Tierra”
En este capítulo, se narra el inicio del viaje de Poseidón hacia su destino como señor de los mares. Aunque criado en el Olimpo, entre deidades y lujos eternos, no se sentía del todo parte de ese mundo. Zeus lo envía a la Tierra no como un exiliado, sino como un joven destinado a forjar su propio camino. Con un tridente sencillo como único símbolo de poder, Poseidón desciende desde el Olimpo a un mundo desconocido, donde la naturaleza salvaje y libre lo recibe sin reverencias ni instrucciones, solo con el misterio vibrante del mar.
En la playa, Poseidón se encuentra con el océano por primera vez y comprende que dominarlo no será una tarea de fuerza bruta, sino de aprendizaje y respeto. La aparición de un hipocampo, seguido por otras criaturas marinas, le revela que el mar es un mundo vivo, lleno de seres que no aceptarán un líder por título, sino por mérito. Al final del día, contemplando el mar bajo el crepúsculo, Poseidón promete aprender y ganarse su lugar no como un rey impuesto, sino como un guardián digno del océano. Así comienza su verdadera transformación.
💦 Capítulo 2: “Las Profundidades que Susurran”
El amanecer rompió con lentitud sobre la playa donde Poseidón había hecho su primera promesa. Las olas rompían suaves, como si el mar respirara en un sueño tranquilo. Sin embargo, el joven dios ya había comenzado a comprender una verdad inquietante: aquella calma era solo una máscara.
Montado sobre el hipocampo que lo había acogido como su primer guía, Poseidón se adentró más allá de la orilla, cruzando bancos de arena, jardines de coral y bosques submarinos donde la luz solar se filtraba como hilos dorados entre las algas. A cada brazada, sentía que el océano lo examinaba, no con una mirada, sino con todo su cuerpo: con el flujo de sus corrientes, con el pulso de sus criaturas, con el ritmo de sus mareas.
Pronto, el azul se tornó más oscuro.
—¿A dónde me llevas? —murmuró al hipocampo, aunque ya intuía la respuesta. El mar quería mostrarle algo.
Avanzaron hasta que la luz desapareció casi por completo. Solo quedaban las bioluminiscencias de criaturas diminutas, centelleando en la penumbra líquida. Poseidón sintió un cosquilleo en la piel, un estremecimiento ancestral. No era solo la presión de las aguas profundas. Era otra cosa.
Algo los observaba.
El hipocampo se detuvo bruscamente, nervioso, y no quiso avanzar más. Poseidón descendió de su lomo y nadó solo hacia una sima que se abría como una grieta negra en el lecho marino. Una caverna. Un umbral.
Una voz surgió de las profundidades. No una voz humana, sino un eco sordo que retumbó en su mente, como el recuerdo de una tormenta olvidada.
“¿Eres tú quien desea gobernar lo que no comprende?”
La vibración de aquella pregunta sacudió las aguas. Poseidón tragó saliva, sus dedos se apretaron en torno al tridente sencillo. No respondió. No todavía.
Del abismo emergió una sombra. Primero fue una silueta, luego una criatura gigantesca, cuyos ojos brillaban como lunas verdes. Tenía forma de serpiente marina, pero su cuerpo estaba cubierto de escamas antiguas y corales fosilizados. Alrededor de su cabeza flotaban restos de naufragios, anclas corroídas, esqueletos olvidados.
—¿Quién eres? —preguntó Poseidón al fin.
“Soy Néreus, el Viejo del Mar. Antes de que tú fueras pensado por los dioses, yo ya susurraba a las corrientes. Si quieres ser rey de estos reinos, deberás enfrentarte a los secretos que dormitan en sus entrañas.”
Poseidón no alzó el tridente. No era una batalla lo que sentía venir, sino una prueba. Néreus no atacaba. Estaba esperando algo.
—No vine a dominar —dijo Poseidón con voz firme—. Vine a aprender. Pero no puedo aprender si los antiguos sólo susurran. ¡Muéstrame lo que debo saber!
El mar tembló. De la misma surgió un remolino de visiones: imágenes antiguas de batallas entre titanes submarinos, civilizaciones hundidas, pactos de sangre entre dioses olvidados y criaturas abisales. Vio cómo los océanos habían sido selvas de guerra y cuna de secretos demasiado grandes para la mente mortal. Vio la furia de los vórtices, la tristeza de las criaturas que nunca habían visto la luz.
Y vio también el corazón del mar: un núcleo de poder vivo, inmenso, palpitante. Aún sin forma. Aún sin dueño.
—¿Por qué me muestras esto? —preguntó, aturdido.
“Porque tu tridente aún está mudo. Porque si no conoces las sombras que viven bajo las olas, ellas te tragarán. El mar es más que agua. Es memoria, ira, amor, muerte.”
Poseidón cayó de rodillas sobre la roca de la sima. Aunque no respiraba como los humanos, sintió que el pecho le dolía. El peso de esa verdad era abrumador. No bastaba con buena voluntad. No bastaba con prometer.
El poder del mar requería más que fuerza. Requería equilibrio entre la furia y la compasión.
Néreus se le acercó lentamente. Su voz fue más suave esta vez.
“Toma esto. No como un regalo. Como una deuda. Un fragmento de lo que podrías llegar a ser.”
De sus fauces emergió una perla negra, brillando con reflejos de tormenta. Poseidón la tomó, sintiendo una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. Su tridente vibró por primera vez. Un leve destello azul brotó en su punta.
Al tocar la perla con el tridente, algo cambió. El arma pareció despertar, no con poder destructivo, sino con un canto profundo. Un pulso armónico que se propagó por las aguas. El mar lo aceptaba, no como dueño aún, pero sí como aprendiz verdadero.
Cuando emergió de las profundidades, Poseidón era otro. El hipocampo lo esperaba, fiel. Sobre su espalda, el joven dios observó el horizonte marino, más vasto y más misterioso de lo que jamás habría imaginado.
No todos los mares eran iguales.
Las aguas del norte eran frías y silenciosas; las del sur, cálidas y traicioneras. Los arrecifes eran santuarios, pero también tumbas. Los abismos albergaban sabiduría y locura por igual. Y en cada rincón, el mar hablaba un idioma diferente.
Poseidón comprendía que no podía gobernar desde un trono, sino desde dentro. Desde las corrientes, desde las mareas.
Esa noche, volvió a la playa donde todo había comenzado. Encendió una pequeña fogata con madera arrastrada por la marea. Frente al fuego, sostuvo la perla negra sobre su palma.
—Te llevaré conmigo —le susurró—. Serás mi guía en lo desconocido. Y si algún día el mar me acepta por completo… entonces sí, seré su rey.
El mar no respondió. Pero las olas rompieron con un ritmo distinto. Como un aplauso distante. Como una promesa aún por cumplir.
Y así, bajo un cielo estrellado y un mar aún lleno de secretos, Poseidón dio el primer paso verdadero hacia su destino.
Porque sabía, al fin, que el océano no era un reino a conquistar.
Era un alma antigua.
Y él, su aprendiz más joven.
¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!
Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.
💦 En el próximo capítulo de "Crónicas del Dios del Océano"...
Las aguas se tornan densas y oscuras mientras Poseidón se adentra en una región donde el silencio pesa más que las mareas. Allí, en una fosa olvidada por los dioses, algo despierta: una criatura ancestral, nacida del caos primigenio, custodia los restos de un pacto traicionado. Su ira ha crecido durante milenios, alimentada por la oscuridad y el abandono.
Enfrentarla no será solo una prueba de fuerza, sino de fe: ¿puede un dios tan joven sostenerse ante la furia de los antiguos?
¡No se lo pierdan la próxima semana!
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
🌸Persephone
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