💦 Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "Crónicas del Dios del Océano".
Soy Persephone, y hoy me llena de emoción presentarles el primer capítulo de esta nueva aventura, donde exploraremos el pasado y presente de Poseidón, y descubriremos todas las vivencias que lo forjaron como el majestuoso Dios del Océano que conocemos.
¡Los invito a acompañarme en este emocionante inicio de su viaje!
💦 Capítulo 1: “Del Olimpo a la Tierra”
El mármol blanco del Olimpo resplandecía bajo un cielo eterno, donde los vientos jamás azotaban y el tiempo parecía un susurro lejano. Allí, entre dioses inmortales y festines perpetuos, Poseidón había crecido, observando sin pertenecer del todo. No era todavía un dios de pleno derecho; era una promesa. Un futuro forjado en la mirada severa de Zeus, en los consejos silenciosos de Hera, y en la expectativa muda de los mares aún indómitos.
Ese día, el eco de su destino retumbaba en los corredores dorados del palacio. Reunidos en el gran salón, los dioses lo miraban con una mezcla de solemnidad y orgullo. A su lado, sus hermanos, Hades y Zeus, se mantenían firmes, cada uno destinado también a gobernar vastos reinos. Pero para Poseidón, la inmensidad que le esperaba era aún desconocida: los océanos profundos, los ríos interminables, los seres que danzaban en las corrientes invisibles.
—Hoy, dejas el Olimpo —dijo Zeus, su voz como un trueno contenido—. No como un desterrado, sino como quien comienza su camino hacia el reinado.
Poseidón asintió, sintiendo el peso invisible del mandato. Sin más palabras, cruzó el umbral que separaba el Olimpo de la Tierra, llevando consigo solo un tridente sencillo, sin ornamentos, símbolo de un poder que aún debía conquistar.
El descenso fue vertiginoso.
El aire cambió a su alrededor, cargado de aromas desconocidos: la sal del mar, la humedad del bosque, la frescura de la lluvia lejana. Bajo sus pies, la Tierra vibraba con vida propia. El primer lugar donde llegó fue una playa vasta, de arena pálida y olas inquietas que parecían susurrarle en un idioma que aún no entendía.
Por primera vez, Poseidón sintió frío, viento, la caricia húmeda de la espuma en sus pies desnudos. No había fanfarrias, ni coros celestiales. Solo la naturaleza, salvaje y expectante.
Caminó por la orilla, observando cómo las olas rompían y se retiraban, como si quisieran jugar con él. A la distancia, los acantilados se alzaban como guardianes pétreos, y sobre ellos volaban aves marinas de plumaje brillante. Era hermoso, sí, pero también caótico, indómito.
Poseidón se detuvo. El océano se extendía frente a él, inmenso e insondable. ¿Cómo podría gobernarlo, protegerlo, comprenderlo? Apenas si lograba entender el ritmo de sus mareas, la fiereza de sus tempestades. Gobernar el océano sería más que imponer su voluntad: requeriría respeto, escucha, paciencia. Algo que jamás le habían enseñado en los corredores dorados del Olimpo.
De repente, sintió una vibración en el agua. Algo venía.
Del fondo emergió una criatura majestuosa: un hipocampo, un ser mitad caballo, mitad pez, de escamas iridiscentes y crines de algas verdes. La criatura se inclinó ante Poseidón, reconociendo en él una chispa, una semilla de lo que podía llegar a ser.
—¿Vienes a enseñarme? —preguntó Poseidón, sin esperar respuesta.
El hipocampo soltó un relincho agudo y comenzó a nadar a su alrededor en círculos lentos, como marcando una danza, una invitación. Sin pensarlo demasiado, Poseidón se adentró en las aguas. La temperatura le envolvió, distinta al aire, densa, viva. Con cada paso, el océano parecía aceptarlo un poco más, aunque sin entregarse del todo.
Pronto, más criaturas comenzaron a acercarse: pequeños delfines, bancos de peces de colores brillantes, una tortuga enorme de caparazón musgoso. Algunos lo miraban con curiosidad, otros con desconfianza. Era evidente: el océano estaba lleno de vida que no se dejaría gobernar fácilmente. Tendría que ganarse su lugar.
Tendría que aprender.
Aprender de las mareas, de las corrientes invisibles, del lenguaje silencioso de las criaturas submarinas. De los cantos de las ballenas y de los caprichos de las tormentas marinas. No bastaría con blandir su tridente y exigir obediencia; el océano no era un ejército, era un ser vivo, inmenso y orgulloso.
Esa noche, Poseidón se sentó en la playa, mojado, exhausto y con la mente llena de preguntas. El cielo comenzaba a enrojecer en el horizonte, reflejándose en las aguas que, por ahora, seguían siendo tan desconocidas como los propios latidos de su corazón.
Sabía que el camino sería largo. Sabía que cometería errores. Pero también sentía una emoción vibrante, como un canto antiguo que se alzaba en su interior: la promesa de un vínculo sagrado con la vastedad marina.
No sería un rey impuesto por derecho de nacimiento. Sería un líder forjado por la comprensión, la empatía y la fuerza verdadera.
Y así, bajo el primer atardecer de su nueva vida, Poseidón prometió en silencio:
"Aprenderé. Amaré. Protegeré. Seré digno del océano."
El viaje apenas comenzaba.
¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!
Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.
💦 En el próximo capítulo de "Crónicas del Dios del Océano"...
Poseidón descubrirá que no todos los mares son iguales, y que bajo las aguas calmas pueden esconderse fuerzas antiguas, salvajes y peligrosas. ¿Será capaz de enfrentarlas antes de que lo arrastren hacia lo desconocido?
¡No se lo pierdan la próxima semana!
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
🌸Persephone
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