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Las Aventuras del Conquistador
🌸 Muy buenas tardes a todos, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de esta fascinante historia!
Les habla Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo treinta y uno de Las Aventuras del Conquistador. En esta entrega, nos centraremos en Alejandro Magno y en su evolución hacia una figura legendaria.
¡Prepárense para sumergirse en su épico viaje!
Resumen del capítulo anterior: “Bajo el amparo del Emperador”
En su travesía hacia Roma, el grupo enfrentó una amenaza inesperada durante el viaje en barco: un monstruo de agua colosal que emergió de las profundidades. Bajo el liderazgo de Alejandro y Carlomagno, los aventureros se unieron para combatirlo, utilizando sus habilidades y el poder de sus criaturas mágicas. Deméter, el dragón, lanzó llamaradas para debilitar al monstruo, mientras el león guardián sujetaba sus tentáculos y Zenobia protegía a la tripulación con escudos de energía. Tras una intensa batalla, lograron derrotar a la criatura, salvando el barco y ganándose la admiración de los marineros. Finalmente, el grupo arribó a las costas cercanas a Roma, donde el paisaje anunciaba la majestuosidad de la ciudad eterna.
En Roma, fueron recibidos con curiosidad y respeto, especialmente por las impresionantes criaturas que los acompañaban. En el Palacio Imperial, Alejandro y Carlomagno se reunieron con su padre, el Emperador, quien los recibió con orgullo y atención. Durante una reunión estratégica, narraron los eventos recientes, incluida la amenaza de Himiko, lo que oscureció el semblante del Emperador. En medio de la discusión, Fu Fei apareció para guiarlos, indicando que debían buscar a Nueve Colas en el Bosque de Erebos, mientras otro grupo intentaba obtener el Espejo de Baldur. Conscientes de la importancia de su misión, los aventureros comenzaron a planificar su viaje, fortalecidos por su determinación de salvar al mundo.
Capítulo 31: “El Guardián de Erebos”
El grupo avanzaba con renovada determinación hacia el Bosque de Erebos, un lugar envuelto en misticismo y leyendas. Según las historias que Carlomagno había leído en los antiguos textos romanos, este bosque era conocido por sus árboles eternos, cuyas raíces parecían conectar el mundo de los vivos con el de los muertos. Se decía que quien entraba allí enfrentaba no solo los desafíos del entorno, sino también los ecos de su propia alma.
La temperatura comenzó a descender conforme se adentraban más en el bosque. Las imponentes copas de los árboles bloqueaban la luz del sol, dejando al grupo en una penumbra perpetua. La nieve cubría el suelo en un manto silencioso, amortiguando el sonido de sus pasos. Deméter avanzaba al frente, su cuerpo irradiando un calor suave que protegía al grupo del frío extremo. El león guardián de Alejandro, con su melena dorada resplandeciendo, caminaba con una calma que desmentía la tensión del entorno.
De pronto, un crujido resonó a lo lejos. El grupo se detuvo, sus sentidos alerta. Desde la oscuridad emergió una figura colosal, cuya presencia imponía respeto y temor. El Guardián del Bosque de Erebos era una criatura de proporciones míticas, formada por ramas retorcidas, nieve y roca. Sus ojos, dos orbes brillantes como lunas llenas, parecían escudriñar el alma de cada uno de los aventureros.
—Forasteros —rugía el Guardián con una voz que resonaba como un alud—, ¿qué buscan en estas tierras sagradas? Solo quienes demuestran el equilibrio entre la luz y la sombra pueden avanzar.
Carlomagno dio un paso al frente, su espada en alto, mientras Alejandro colocaba una mano en su hombro, instándolo a actuar con calma. Zenobia, con su amuleto brillando débilmente, habló con firmeza.
—Buscamos las pistas que nos lleven a Nueve Colas. No deseamos profanar estas tierras, sino protegerlas de la amenaza de Himiko.
El Guardián inclinó su enorme cabeza, como si meditara sobre sus palabras. Sin embargo, no hizo ademán de retroceder.
—Las palabras son válidas, pero la acción es el verdadero juez. ¡Prepárense para demostrar su valía!
Con un rugido atronador, el Guardián desató su ataque. Sus brazos, como gigantescas ramas vivas, se lanzaron hacia el grupo. Deméter se elevó en el aire, lanzando llamaradas que calcinaban la madera, pero esta se regeneraba rápidamente, alimentada por la magia del bosque. El león guardián se abalanzó sobre una de las extremidades, inmovilizándola con su fuerza descomunal.
Zenobia, con su amuleto, creó un escudo protector alrededor del grupo, desviando las esquirlas de hielo que el Guardián lanzaba con furia. Alejandro y Carlomagno trabajaron en conjunto, atacando con precisos golpes coordinados que buscaban debilitar la estructura de la criatura. A pesar de sus esfuerzos, el Guardián parecía inquebrantable.
El combate era feroz. Cada golpe del Guardián sacudía el suelo y enviaba fragmentos de roca y nieve en todas direcciones. Deméter lanzó un rugido ensordecedor mientras aumentaba la intensidad de sus llamaradas, obligando a la criatura a retroceder momentáneamente. Pero el bosque mismo parecía aliarse con el Guardián, con las ramas de los árboles cercanos extendiéndose como tentáculos para reforzar su estructura.
El León Guardián, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, levantó su mirada. Su gran rugido resonó en el aire gélido que dejó a todos en silencio. Alejandro, sintiendo la advertencia de su compañero se acercó al grupo.
—Esta criatura no puede ser vencida por la fuerza bruta. Es un reflejo del equilibrio del bosque. ¡Debemos demostrar que somos dignos mediante nuestro propio balance!
El grupo intercambió miradas de comprensión. Carlomagno, quien había aprendido que la luz necesitaba de la sombra, bajó su espada y cerró los ojos, permitiendo que su aura de liderazgo inspirara calma. Alejandro, como el equilibrio personificado, comenzó a recitar palabras de unidad, conectando a los aventureros en un solo propósito. Zenobia, abrazando tanto su fuerza como su vulnerabilidad, canalizó su energía en un rayo de luz pura que atravesó al Guardián sin dañarlo, pero revelando una esencia brillante en su interior.
El Guardián también comenzó a cambiar. Sus movimientos se ralentizaron y su figura colosal pareció desmoronarse, dejando al descubierto un núcleo brillante en su pecho. Con una voz mucho más suave, habló nuevamente.
—Habéis demostrado comprensión y armonía. El equilibrio que portáis en vuestros corazones es la clave para superar los desafíos de este lugar.
Lentamente, el Guardián se arrodilló ante ellos, su cuerpo titubeando antes de desmoronarse en una lluvia de hojas doradas que se dispersaron con el viento. Un viento cálido recorrió el bosque, como si el lugar mismo reconociera la valía del grupo.
Exhaustos pero triunfantes, los aventureros avanzaron hacia el corazón del bosque. La tensión en sus cuerpos comenzó a disiparse cuando un suave resplandor comenzó a iluminar el camino. Entre las raíces antiguas, un enorme árbol brillaba con una luz tenue y misteriosa. Supieron en ese instante que estaban un paso más cerca de su objetivo y que la prueba superada había fortalecido no solo sus habilidades, sino también su unidad como equipo.
¡Hasta aquí llegamos con este capítulo!
Espero que les haya gustado.
Muchas gracias,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo de mi historia.
🌸Persephone
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