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🌸 Muy buenas tardes, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "La Última Sanadora"!
Soy Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo veinticuatro que se enfoca en Teodora, sus aventuras y su evolución para convertirse en la más destacada curandera de los últimos tiempos.
¡Acompáñenme en este emocionante capítulo!
🌸 Resumen del anterior capítulo: “Ecos de Sombras en Thrym”
Con la determinación de Teodora como guía silenciosa, avanzaron hacia Thrym, una ciudad envuelta en misterio. Al llegar, la desolación los recibió: calles vacías, puertas cerradas y un silencio inquietante. Un anciano les advirtió del peligro que acechaba al caer la noche, cuando sombras misteriosas tomaban las calles, llevándose a quienes se aventuraban afuera. Esa noche, la sensación opresiva y los susurros distantes confirmaron que algo oscuro estaba creciendo en Thrym, un enigma que parecía entrelazarse con las palabras del monje de Damia.
Al día siguiente, mientras el grupo intentaba comprender el origen de la amenaza, una presencia oscura apareció: Loki, un ser enigmático con una aura poderosa, les ofreció un reto. No les daría respuestas, pero prometió unirse a su causa si resolvían el misterio y devolvían la paz a Thrym. Con su desaparición en humo negro, dejó al grupo enfrentando una nueva prueba: no solo debían descubrir la verdad tras las sombras que asolaban la ciudad, sino también decidir si podían confiar en un posible aliado tan peligroso como intrigante.
🌸 Capítulo 24: “El Enigma de Thrym”
El grupo avanzó por Thrym con la mente agitada tras la partida de Loki. Sus palabras habían dejado claro que el desafío no sería fácil, pero más allá de sus advertencias, algo en el ambiente mismo de la ciudad los inquietaba. Era como si las sombras que recorrían las calles tuvieran voluntad propia, como si observaran, esperaran.
Decidieron dividirse para cubrir más terreno. Atenea y Khubilai tomaron el camino hacia el sur, guiándose por los relatos de los habitantes que hablaban de extrañas figuras danzando entre los callejones al atardecer. Mientras tanto, Teodora, Manco y Lucasta, el joven dragón, exploraron el norte, donde las sombras parecían concentrarse con mayor frecuencia según los rumores.
Atenea lideraba con pasos firmes, su escudo en alto mientras Khubilai estudiaba cada rincón, buscando patrones o signos que indicaran el origen de la oscuridad. Pronto encontraron algo: en el suelo de una plaza, descubrieron círculos de ceniza organizados en patrones geométricos. Khubilai se arrodilló, tocando la ceniza con la punta de sus dedos, y una débil corriente de energía recorrió su cuerpo.
—No es ceniza común —dijo en voz baja, casi como un pensamiento en voz alta—. Esto tiene un propósito, un vínculo con lo que estamos enfrentando.
Atenea asintió, su mirada fija en los callejones. La ceniza formaba un mapa incompleto, pero las marcas eran claras: algo se había invocado aquí, o tal vez había sido sellado. Antes de que pudieran analizarlo más, un susurro apenas audible recorrió el aire. Atenea levantó su espada instintivamente. De las sombras emergieron figuras humanoides, sus contornos oscilantes como si estuvieran atrapados entre este mundo y otro.
—No están completamente aquí —murmuró Atenea, dando un paso al frente—. Pero no subestimemos lo que puedan hacer.
Las figuras avanzaron lentamente, y Khubilai se preparó, sus ojos escudriñando los movimientos espectrales en busca de un patrón.
Al norte, Teodora y Manco llegaron a una biblioteca abandonada. La entrada estaba cubierta de polvo y telarañas, pero la puerta cedió con facilidad, como si hubiera estado esperando su llegada. Dentro, el aire era denso, cargado con el olor a papel antiguo y humedad. Lucasta gruñía suavemente, su cuerpo pequeño pero poderoso tenso ante la atmósfera.
—Este lugar guarda más que libros —murmuró Manco, sus ojos recorriendo las estanterías en busca de algo útil.
Teodora encontró un pergamino desgastado, sus bordes amarillentos por el tiempo. Lo desenrolló con cuidado, revelando un mapa de la ciudad con marcas que indicaban túneles subterráneos y puntos clave. Había anotaciones en una lengua antigua que apenas podía leer, pero una frase se destacó: "La puerta de las sombras descansa donde la luz nunca llega".
—El portal está aquí, bajo la ciudad —dijo con firmeza, entregando el mapa a Manco.
Antes de que pudieran discutir más, un ruido bajo y gutural resonó en la biblioteca. Las ventanas comenzaron a oscurecerse como si una sombra líquida se filtrara a través de las grietas. Lucasta emitió un rugido advirtiendo que algo sucedía, posicionándose frente a Teodora con las alas abiertas en señal de protección. Manco levantó su espada mientras que Teodora levantó su mano, invocando un escudo de energía que brillaba con un tenue resplandor de luz.
—Estamos siendo observados —dijo, con la voz tensa Manco.
Una sombra más densa emergió del suelo, tomando forma ante ellos. Aunque no era sólida, tenía una presencia opresiva. Emitió un sonido que no era un rugido ni un grito, sino un lamento profundo que resonaba en sus mentes.
—Debemos volver con los otros —dijo Teodora, sujetando a Lucasta mientras retrocedía hacia la puerta.
Mientras tanto, en la plaza del sur, Atenea y Khubilai se enfrentaban a las sombras humanoides que los rodeaban. Khubilai lanzó un golpe con su lanza, pero atravesó al espectro sin dañarlo. La criatura se volvió hacia él, sus ojos brillando con un destello de odio.
—¡No pueden ser vencidas por medios físicos! —gritó Khubilai, retrocediendo.
Atenea, con una calma calculada, recordó las palabras del anciano en la casa: "Las sombras temen al amanecer". Cerró los ojos un instante y concentró su energía en el escudo. El metal comenzó a emitir un leve resplandor, reflejando la luz que aún quedaba en el día.
—¡Luz! —exclamó, arremetiendo contra las figuras con movimientos precisos. La luz de su espada las hizo retroceder, y una de ellas desapareció con un grito agudo.
Khubilai imitó su estrategia, enfocando su energía en la espada hasta que ésta emitió un destello dorado. Las sombras se retiraron hacia los callejones, como si esperaran la llegada de la noche para ganar fuerza.
—Esto no fue un ataque. Fue una advertencia —dijo Atenea, respirando con dificultad.
El grupo se reunió al atardecer en la plaza central. Teodora extendió el mapa sobre el suelo, explicando lo que había encontrado en la biblioteca. Manco añadió su propia observación sobre la naturaleza viva de las sombras, y Atenea relató el encuentro con los espectros.
—El portal está bajo la ciudad —dijo Teodora—. Las sombras son su eco, un fragmento de lo que intenta cruzar desde el otro lado.
—¿Cómo lo cerramos? —preguntó Khubilai, cruzando los brazos.
Antes de que pudieran debatir, un destello oscuro apareció ante ellos. Loki había regresado, su figura envuelta en un humo negro que se disipó lentamente.
—Están progresando. Me encanta verlo —dijo con una sonrisa burlona—. Pero les falta una pieza clave.
—¿Qué sabes del portal? —preguntó Manco, apuntándole con su espada.
Loki rió suavemente.
—Sé que no pueden cerrarlo solos. Necesitan algo más, algo que yo puedo proporcionar. Pero... todo tiene un precio.
—¿Qué quieres? —preguntó Teodora, con el ceño fruncido.
—Confianza, querida. Quiero que me permitan ayudarles, pero bajo mis condiciones.
El grupo intercambió miradas. Loki representaba un riesgo, pero su conocimiento podría ser decisivo. Finalmente, Teodora dio un paso al frente.
—Aceptamos tu ayuda, pero no confiaremos en ti hasta que demuestres tu valía.
Loki inclinó la cabeza, satisfecho.
—Muy bien. Encontremos ese portal juntos, entonces. Pero apúrense. La noche está cayendo, y con ella, la verdadera fuerza de las sombras despertará.
¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!
Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
🌸Persephone
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