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🌸 Muy buenas tardes, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "La Última Sanadora"!
Soy Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo dieciocho que se enfoca en Teodora, sus aventuras y su evolución para convertirse en la más destacada curandera de los últimos tiempos. ¡Acompáñenme en este emocionante capítulo!
🌸 Resumen del anterior capítulo: “Un amigo en aprietos parte III: El Eco de la Confianza”
El amanecer iluminó el bosque, y el grupo se despertó con la tensión de la noche anterior aún presente. Teodora, la primera en levantarse, sintió la responsabilidad de mantener la cohesión del grupo mientras se preparaban para la misión de recuperar la joya. Durante el desayuno, Manco notó que Atenea parecía inquieta, y ella admitió estar cansada, aunque su mente seguía atormentada por el encuentro de Khubilai con una figura encapuchada.
Teodora se centró en el plan: llegar al campamento de los ladrones antes del atardecer, con Khubilai guiando el camino. Sin embargo, la desconfianza de Atenea hacia Khubilai crecía debido a su sospechoso encuentro de la noche anterior. Mientras el grupo se adentraba en el bosque, Teodora encontró un claro con vista al campamento de los ladrones, donde vieron a Ciro, el líder, y la joya brillando tentadoramente.
Atenea confrontó a Khubilai sobre su conversación con la figura encapuchada, creando un silencio incómodo. Aunque él trató de justificarlo como un intento de obtener información, la tensión aumentó. Finalmente, Khubilai reveló que su novia había sido secuestrada por Ciro, lo que lo motivaba a robar la joya para rescatarla. Atenea, sorprendida, cuestionó por qué no lo había dicho antes, pero Manco y Teodora le aseguraron su apoyo.
Con la verdad sobre la mesa, el grupo se unió con un renovado sentido de propósito. Planificaron un ataque simulado y se prepararon para actuar. A medida que la tarde caía, se colocaron en posiciones, listos para enfrentar la misión no solo por la joya, sino por la vida de la novia de Khubilai. Con determinación, se adentraron en la oscuridad, preparados para enfrentar lo que les esperaba.
🌸 Capítulo 18: “Un amigo en aprietos parte IV: El Asalto Nocturno”
La penumbra del bosque se tornaba más intensa a medida que el sol se ocultaba, y el grupo de aventureros se preparaba para lo que sería su misión más arriesgada: recuperar la joya que los ladrones habían sustraído. Teodora, Manco, Atenea y Khubilai se encontraban al borde del campamento, el corazón latiendo con fuerza por la mezcla de emoción y nerviosismo que les generaba la tarea que tenían por delante.
“Ahora que tenemos la ventaja de la noche, necesitamos actuar rápido,” murmuró Teodora, sus ojos fijos en el campamento iluminado por las llamas de varias hogueras. “Si seguimos el plan, podremos infiltrarnos antes de que se den cuenta.”
“Sí, pero no podemos subestimar a los ladrones,” advirtió Atenea, su mirada alerta ante el movimiento de los hombres armados. “La joya está en el almacén central, y parece bien protegida.”
Manco, observando el campamento desde su escondite, asintió. “Podemos hacer una distracción en el lado opuesto. Mientras los guardias se alejan, Khubilai y yo iremos a buscar la joya.”
Khubilai, que había permanecido en silencio, sintió un nudo en el estómago. La ausencia de su novia pesaba en su mente. “Solo quiero asegurarme de que tengamos un plan sólido. No podemos permitir que nos atrapen.”
“Confía en nosotros,” le dijo Manco, colocando una mano en su hombro. “Estamos en esto juntos. Y una vez que tengamos la joya, podremos enfrentarnos al Líder más adelante.”
Con el plan establecido, el grupo se separó. Teodora y Atenea se dirigieron hacia el este, donde las sombras eran más densas y la vigilancia escasa. Manco y Khubilai se mantuvieron en la parte posterior del campamento, listos para moverse en cuanto comenzara la distracción.
Desde su escondite, Teodora y Atenea comenzaron a lanzar piedras hacia un grupo de arbustos lejanos, creando un ruido que resonó en la tranquilidad de la noche. Los guardias, inquietos, comenzaron a moverse hacia el sonido, dejando el campamento un poco más desprotegido.
“¡Ahora es nuestro momento!” susurró Manco a Khubilai, que respiraba profundamente, intentando calmar su nerviosismo. “Sigue mi ejemplo. Vamos.”
Los dos amigos se deslizaron hacia el centro del campamento, manteniéndose en las sombras. Al llegar al almacén, una puerta de madera reforzada se erguía ante ellos. Manco se agachó y examinó la cerradura, un ingenioso dispositivo que requería destreza para abrir.
“Dame un segundo,” dijo Manco, sacando un juego de ganzúas de su bolsa. “Esto debería ser pan comido.”
Mientras Manco trabajaba en la cerradura, Khubilai mantuvo la guardia, observando con ansiedad. En el fondo de su mente, la preocupación por su novia lo acechaba, pero sabía que debían enfocarse en la misión. La joya era el primer paso para recuperar lo que habían perdido.
“¡Hecho!” Manco susurró, abriendo la puerta con un suave chasquido. Se adentraron rápidamente en el almacén, donde el brillo de la joya los deslumbró. En el centro de una mesa, una piedra de un color vibrante y enigmático parecía irradiar luz propia.
“Ahí está,” dijo Khubilai, sintiendo que su corazón se aceleraba al ver la joya. “Esa es la que necesitamos.”
Manco se acercó cautelosamente y la tomó con ambas manos. “Rápido, tenemos que salir antes de que nos descubran.”
Sin embargo, cuando comenzaron a retroceder, un grito resonó en el aire: “¡Invasores!” Un guardia había regresado antes de lo esperado, y su mirada se posó en ellos, señalando con su arma.
“¡Corran!” gritó Khubilai, y ambos se lanzaron hacia la salida mientras el guardia alzaba su arma y comenzaba a llamar a sus compañeros.
A medida que corrían, el sonido de pasos apresurados resonaba detrás de ellos. Teodora y Atenea, al escuchar el grito de alarma, se dieron cuenta de que la distracción no había sido suficiente. “¡Rápido, tenemos que ayudarles!” ordenó Atenea, y ambas se lanzaron hacia el almacén.
Los cuatro aventureros se reunieron en la entrada, pero la alarma había despertado al campamento. Hombres armados aparecieron por todas partes, listos para detenerlos.
“¡No podemos quedarnos aquí!” gritó Manco, mirando hacia el camino que habían tomado. “¡Atrás, hacia el bosque!”
Con la joya en mano, el grupo comenzó a retroceder, enfrentando a los guardias que intentaban bloquear su camino. Las espadas chocaron y las dagas volaron, pero la determinación del grupo les daba fuerzas. Estaban dispuestos a luchar por su libertad.
“¡Sigue corriendo!” exclamó Atenea mientras paraba a un par de hombres, su espada danzando con gracia y precisión. Khubilai luchaba junto a ella, su mente centrada en escapar y mantener a salvo a sus amigos.
Finalmente, el grupo logró abrirse camino hacia el bosque, pero no sin dejar un rastro de caos detrás de ellos. La adrenalina corría por sus venas mientras se adentraban en la oscuridad, sintiendo que la victoria estaba cerca, pero el peligro aún acechaba.
“¿Todos están bien?” preguntó Teodora, jadeando mientras se detenían en un claro, tratando de recuperar el aliento.
“¡Lo hicimos! ¡Conseguimos la joya!” exclamó Manco, levantando la piedra brillante como un trofeo.
“Pero debemos movernos,” advirtió Atenea, mirando hacia el campamento, que ahora era un mar de actividad. “No estarán lejos de darnos caza.”
Con la joya segura, el grupo se volvió hacia el camino que conducía a su base. Sabían que aún quedaba mucho por enfrentar. La misión no había terminado; había mucho que planear y decisiones difíciles que tomar. Sin embargo, la luz de la joya brillaba en sus manos, y con ella, un nuevo futuro les esperaba.
Khubilai miró a sus amigos y sintió que, aunque la situación era incierta, había una fuerza en su unidad. “Ahora que tenemos la joya, podremos enfrentarnos al líder de los ladrones y descubrir cómo rescatar a mi novia. Pero primero, debemos estar listos para lo que viene.”
“Estamos contigo, Khubilai,” dijo Teodora, su mirada llena de confianza. “No hay nada que no podamos hacer juntos.”
El grupo se movió rápidamente entre los árboles, la joya resplandeciente aún en manos de Manco, mientras el sonido de los pasos de los ladrones se desvanecía detrás de ellos. Después de lo que parecieron horas, llegaron al claro donde habían escondido su carruaje. La luna iluminaba su camino, y el aire estaba impregnado de un silencio inquietante.
¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!
Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
🌸Persephone
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