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“La Batalla Final: La Reina del Vacío (parte II)” [Capítulo 43] Las Aventuras del Conquistador - Infinity Kingdom

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Article Publish : 04/13/2025 12:59
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Las Aventuras del Conquistador

🌸 Muy buenas tardes a todos, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de esta fascinante historia!

Les habla Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo cuarenta y tres de Las Aventuras del Conquistador. En esta entrega, nos centraremos en Alejandro Magno y en su evolución hacia una figura legendaria.

¡Prepárense para sumergirse en su épico viaje!


Resumen del capítulo anterior:La Batalla Final: La Reina del Vacío (parte I)

La Última Sanadora

La caída de Isabela marcó apenas el comienzo. Con la luna temblando en el cielo y el mundo estremeciéndose, Himiko finalmente despertó en todo su esplendor. Su risa resonó en la tierra, en los árboles, en el viento… como si el universo recordara su existencia desde tiempos olvidados.

Apareció descendiendo desde una grieta en el cielo, envuelta en una túnica negra con constelaciones muertas y ojos como abismos eternos. Con un simple gesto, borró a Isabela del plano existencial, demostrando su capacidad para eliminar a cualquiera, aunque debilitando la realidad con cada acto.

Ante esta amenaza, el trío ancestral actuó:

Fu Fei purificó el aire con su luz sanadora, protegiendo al grupo del vacío corruptor.

Loki desplegó ilusiones y espejos para confundir a Himiko y evitar que eligiera nuevas víctimas.

Nueve Colas conectó los recuerdos del mundo con las grietas del cielo, reforzando el tejido de la existencia.

Pero el precio fue alto. En medio del caos, Teodora cayó, al borde de la muerte, mientras Zenobia y Manco Cápac intentaban sostenerla.

Entonces, descendió Lucasta, el dragón de luz, y con una lágrima, compartió su alma con Teodora. En un destello de luz pura, la Guardiana despertó con un nuevo poder brillando en su interior.

El alma de Teodora ruge. La batalla por la existencia continúa.


Capítulo 43: “La Batalla Final: La Reina del Vacío (parte II)”

La ráfaga de luz que brotó de Teodora no fue un simple estallido de energía. Fue un grito primordial del cosmos, un eco del instante en que el universo tomó forma. Donde antes temblaba la duda, ahora ardía la convicción. Donde reinaba la fragilidad, palpitaba el núcleo incandescente de una estrella.

Lucasta no habló. No hacía falta. Su mirada —profunda como el océano antes del tiempo— contenía una decisión más antigua que el destino. Un pacto sellado no por la necesidad, sino por el amor.

Teodora se incorporó lentamente. Aún tambaleante, pero con los ojos rebosantes de luz líquida. El polvo a su alrededor comenzó a flotar, reverente. Su cabello ondeaba, encendido en blanco, como si cada hebra encerrara un relámpago. El suelo no crujía bajo sus pies: se abría en silencio, dejando brotar un césped brillante, salpicado de tonos dorados y plateados.

El Equilibrio... no será roto —declaró. Su voz era doble: la suya y la de Lucasta, entrelazadas como hilos de una misma melodía.

Manco Cápac dio un paso atrás, no por miedo, sino por respeto. Una lágrima surcó su mejilla curtida. Zenobia sonrió, conmovida, al ver a su compañera renacer.

Ha despertado la Conexión Solar —murmuró Atenea, cayendo de rodillas—. El último regalo de los dragones antiguos.

Teodora alzó la mano. Desde el centro de su palma emergió una esfera de luz. No era fuego. No era calor. Era realidad pura: la esencia original, incorruptible, extendiéndose en ondas luminosas hacia sus aliados.

Uno a uno, renacieron.

Khubilai Kan jadeó al ver sus heridas cerrarse como si el tiempo mismo las negara. Su espada vibró, resplandeciente como el primer amanecer.

Alejandro sintió cómo su arma recuperaba el peso glorioso de la esperanza. Su armadura brilló con reflejos solares, repeliendo toda sombra como si nunca la hubiera tocado.

Carlomagno y Deméter rugieron al unísono, envueltos en un fuego azul que no quemaba, sino que purificaba. Era la fusión de un alma heroica y la voluntad indomable de un dragón.

Nueve Colas rió, una risa suave, casi infantil, mientras los hilos que sostenía se anudaban con más firmeza, reforzados por la energía de Teodora.

Incluso Loki, maestro del engaño, sonrió.

Con luz tan pura… hasta la mentira más oscura se vuelve verdad.

Himiko observó. Por primera vez, no se movió. No por respeto.

Sino por duda.

Eso… no debería ser posible —musitó. Su máscara tembló, no físicamente, sino en su esencia. Algo dentro de ella se quebró.

Teodora dio un paso al frente.

Todo lo que crees saber, Himiko, se basa en la ausencia. En el deseo de quebrar lo establecido. Pero el verdadero mundo no nació del vacío… sino del amor.

Alzó ambas manos.

Y entonces, ocurrió.

Un segundo sol nació sobre el campo de batalla. No abrasador. No destructivo. Era una estrella serena, flotando como un corazón suspendido en el cielo, desplegando su calor como un manto protector: el Sol del Coraje.

Desde él, Teodora proyectó hilos de luz que se unieron a cada uno de sus compañeros. No solo los fortalecía. Los purificaba. Donde hubo corrupción, brotó propósito. Donde habitaba la duda, floreció certeza.

¡Ahora! —rugió Manco Cápac, levantando su espada envuelta en fuego auroral—. ¡¡Ataquemos juntos!!

La ofensiva fue un ballet celestial.

Deméter descendió desde el aire como un cometa azul, y Carlomagno saltó desde su lomo, su escudo convertido en una estrella en movimiento.

El León Guardián de Alejandro cruzó el campo como un relámpago dorado, despedazando tentáculos de sombra con cada zarpazo envuelto en luz sagrada.

Alejandro mismo empuñaba una espada hecha de recuerdos heroicos. Cada tajo era una historia. Cada guardia, una promesa cumplida.

Khubilai Kan invocó a sus lobos espectrales. Rodearon a Teodora como un anillo viviente, protegiéndola con fiereza ancestral. Atenea, recuperada, plantó su escudo frente a ella.

Loki esculpió ilusiones tan vívidas que la oscuridad de Himiko empezó a confundirse con sus propios reflejos.

Nueve Colas danzaba. Sus colas formaban círculos perfectos, anclando el plano con cada giro. Ella era ahora un vórtice de orden, una tormenta de armonía enfrentando a la entropía.

Teodora no atacó.

Ella fue el faro.

En el centro del caos, con los brazos abiertos, canalizaba la energía pura que Lucasta le había otorgado. Cada pulso era un impulso de esperanza que recorría al grupo como una sinfonía compartida.

No voy a destruirte, Himiko —dijo—. Pero sí voy a mostrarte lo que significa tener algo que proteger.

Himiko rugió. El sonido era el estruendo de galaxias muriendo. Y por primera vez desde su llegada… dio un paso atrás.

Pero el mundo aún pendía de un hilo.

Del cielo llovían fragmentos de realidades rotas, y el suelo temblaba como si la creación misma se resistiera a la disolución. Cada golpe de Himiko alteraba las leyes naturales. El campo de batalla se había convertido en un umbral entre planos.

¡Necesitamos sellarla! —gritó Fu Fei—. ¡Mientras Teodora mantenga el flujo, debemos reunir nuestras voluntades!

¡Como cuando enfrentamos a Isabela! —dijo Zenobia.

Pero esta vez no bastaban espadas.

Debían unirse alma con alma.

Teodora cerró los ojos.

Y habló no con palabras… sino con su espíritu.

Confíen en mí. Permítanme ser el canal de todos. No tomaré sus esencias. Solo las armonizaré.

Uno a uno, los héroes aceptaron.

Un lazo invisible brotó desde cada uno hacia ella: colores, emociones, memorias entrelazadas. La risa de Alejandro. El honor de Carlomagno. La llama indomable de Zenobia. La sabiduría de Nueve Colas. El caos creativo de Loki. La ternura feroz de Fu Fei. Todo convergía en Teodora.

Y entonces, alzó las manos al cielo.

El tiempo se detuvo.

Un vórtice de luz descendió desde el cielo rasgado. Un pilar de esencia pura que envolvió a Himiko.

¡Ahora! —gritó Loki—. ¡Declaren su propósito!

Uno a uno, gritaron:

¡Por la vida! —clamó Alejandro.

¡Por la esperanza! —gritó Zenobia.

¡Por la unidad! —rugió Carlomagno.

¡Por el amor! —susurró Fu Fei.

¡Por la libertad! —bramó Manco Cápac.

¡Por la armonía! —entonó Nueve Colas.

¡Por el futuro! —exclamó Atenea.

¡Por el equilibrio! —gritó Khubilai Kan.

¡Por el cambio! —rió Loki.

Y Teodora, en el centro del mundo, temblando pero firme:

¡Por la luz que no se extingue!

El pilar se cerró.

Y con él, Himiko fue sellada.

Por ahora.

El cielo aún lloraba.

Y el mundo aún debía sanar.

Teodora cayó de rodillas. Exhausta. Viva. Lucasta se acurrucó a su lado, su pecho brillando con un ritmo lento y constante.

La batalla había terminado.

Pero la historia...

...la historia de ella apenas comenzaba.





¡Hasta aquí llegamos con este capítulo!

Espero que les haya gustado.



Información Importante

Con este capítulo se finalizará completamente la historia en conjunto, y al mismo tiempo se terminará en la siguiente semana  las Aventuras del Conquistador dando cierre a esta gran aventura.

Espero que les haya gustado, y prontamente les tendré una nueva historia con otros personajes involucrados en Infinity Kingdom.




Muchas gracias,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo de mis historias.

🌸Persephone



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- Infinity Kingdom / 無盡城戰

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