💦 Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "Crónicas del Dios del Océano".
Soy Persephone, y hoy les presento el capítulo catorce de esta nueva aventura, donde exploraremos el pasado de Poseidón, y descubriremos todas las vivencias que lo forjaron como el majestuoso Dios del Océano que conocemos.
¡Los invito a acompañarme en este emocionante viaje!
💦 Resumen del anterior capítulo: “La Llama y el Abismo”
Hestia, diosa del hogar y del fuego eterno, desciende al abismo del océano sin escolta ni protección. Su fuego no es destructor, sino cálido y sereno, provocando respeto entre las criaturas abisales. Ella no busca dominar, sino comprender. Mientras tanto, Poseidón atraviesa zonas olvidadas del mar, donde el tiempo y la presión ya no obedecen a ley alguna, rodeado de ruinas de un pasado divino. El dios del mar también guarda silencio, consciente de los millones de ojos del Olvido que lo observan: fragmentos de voces perdidas y promesas rotas.
Arriba, en el Olimpo, los signos de decadencia se multiplican. Atenea percibe la tristeza en la naturaleza que antes obedecía su voluntad. Hermes advierte que los dioses no están perdiendo poder, sino dirección. El trono de Zeus se oscurece. Hestia y Poseidón han abandonado el cielo, y el equilibrio comienza a resquebrajarse.
En las profundidades, Hestia alcanza un punto sin arriba ni abajo. La oscuridad le habla, preguntando por qué una llama ha descendido allí. Ella responde no con amenaza, sino con comprensión. No busca sellar al Olvido, sino entender por qué fue sellado. Esta intención sacude al abismo: es la primera vez que un dios ofrece reconocimiento, no juicio.
El cambio es percibido por Poseidón, quien también avanza hacia el corazón del Olvido. Ambos dioses están cerca, aunque separados. Pero el abismo no se abrirá sin pruebas. Para enfrentarlas, el pasado toma forma: Poseidón ve a su madre, Rea, y Hestia a una niña con su propio rostro, clamando por un hogar perdido. Estas visiones no son castigos, sino puentes hacia lo que el Olvido protege desde el inicio del mundo.
Así comienza una nueva etapa: una prueba de verdad, memoria y redención, mientras el Olimpo queda en penumbra, sostenido solo por quienes eligieron bajar… sin buscar gloria.
💦 Capítulo 14: “La Voz bajo todas las Voces”
El abismo no ruge. No golpea. No quema.
Simplemente espera.
Allí, en donde todo lo olvidado respira sin nombre, Hestia permanece inmóvil. Su llama, ya no intacta, titila. No por falta de fuerza, sino por duda. La niña de su pasado, cubierta de ceniza, con los ojos cansados de esperar un hogar que nunca volvió la rodea, le habla sin sonido. Le recuerda cada instante en que calló para no dividir. Cada renuncia que disfrazó de paz. Cada fuego que apagó en sí misma para no incendiar a los demás.
—Tú no eres hogar —susurra la niña—. Eres ceniza que aprendió a sonreír.
Hestia quiere negar. Pero no puede. Porque el abismo solo muestra lo que fue sellado incluso dentro de los dioses. Y en ella hay tanto sellado…
A lo lejos, Poseidón observa a Rea. Su madre no tiene cuerpo físico, pero el mar la recuerda. La recuerda con un amor primitivo y con un resentimiento aún más antiguo. Ella le habla, no como diosa, sino como madre de la ruina. Lo llama “mi hijo que nació sin abrazo”, “el dios que aprendió la furia antes que el lenguaje”.
—Nunca te protegí —dice Rea—. Porque no supe cómo.
Poseidón no la culpa. No del todo. Pero siente cómo el agua a su alrededor se vuelve más densa, más pesada. La corriente se enreda en sus brazos como si quisiera que retrocediera, como si el pasado quisiera devorarlo.
—Si cruzas este umbral —le advierte la imagen—, ya no volverás a ser el mismo. No solo conocerás el Olvido. Lo llevarás contigo.
Y, por un instante, duda.
Muy por debajo de ambos, el corazón del abismo palpita. No con vida… sino con propósito.
Una forma comienza a definirse en el núcleo del Olvido. No tiene rostro, pero sí presencia. No tiene nombre, pero toda existencia lo intuye. No fue sellado por castigo, sino por pacto. No duerme… sueña. Y en su sueño, cada dios que ha olvidado, cada criatura que ha sido olvidada, encuentra refugio.
Pero ese sueño comienza a inquietarse. Porque alguien ha venido no a temer, no a sellar, no a destruir… sino a entender.
Y eso, para el Olvido, es una amenaza.
Hestia cae de rodillas. No por daño físico, sino por carga emocional. La niña la abraza, pero el calor de su propio fuego ahora quema. Todo lo que alguna vez protegió; sus hermanos, su Olimpo, su promesa de paz, se le presenta como cadenas. Porque ¿qué valor tiene ser llama si nunca se permite arder?
—No soy solo hogar —susurra ella, al fin, con lágrimas que el fuego evapora al nacer—. Soy llama que eligió no consumir. Pero puedo consumir, si debo hacerlo.
El abismo escucha.
Poseidón, en paralelo, se quita el yelmo. Por primera vez en siglos, muestra el rostro de un dios que no quiere gobernar, ni castigar, ni dominar las aguas. Solo desea recordar sin dolor.
Rea se disuelve en la bruma, y en su lugar, aparece una sombra con su mismo rostro: Poseidón enfrentando a Poseidón, no como dios del mar, sino como aquel que fue engullido por sus propias mareas.
—No vine a conquistar el Olvido —dice, caminando hacia su reflejo—. Vine a recordarlo.
—Entonces también deberás recordar lo que perdiste —responde la sombra—. Y lo que nunca fuiste capaz de sostener.
Y entonces ocurre.
La presencia en el fondo se despierta.
No abre ojos. No necesita hacerlo. Porque sus ojos ya están abiertos en cada rincón del abismo.
La voz que emerge no atraviesa el agua. Atraviesa la esencia.
—¿Creen que pueden entender lo que los dioses sellaron para no desmoronarse? —retumba—. ¿Creen que pueden liberar lo que no saben contener?
Hestia y Poseidón, en lugares distintos pero conectados por esa voz, sienten el mismo temblor: esto no es una prueba. Esto es una advertencia.
La oscuridad comienza a ascender. No como marea, sino como recuerdo:
las guerras que los dioses no cuentan,
las traiciones silenciadas,
los pactos que se rompieron antes de nacer.
Porque lo que duerme en el fondo… no quiere ser comprendido.
Quiere ser liberado.
Y si lo liberan, nada de lo que aún existe podrá mantenerse igual.
Muy arriba, en el Olimpo, Hera deja caer el hilo que sostenía.
Atenea se detiene al sentir que ya no hay raíz para sus jardines.
Hermes se gira hacia el sur, como si algo le hubiera llamado.
Y el trono de Zeus finalmente cruje.
—La llama ha sido vista —dice Hermes, en voz baja.
—Y el mar ha hablado —responde Hera.
La era de los dioses que sabían… ha terminado.
La era de los dioses que preguntan… apenas comienza.
💦 En el próximo capítulo de "Crónicas del Dios del Océano"...
El Corazón del Olvido no es un lugar, sino una voluntad antigua que se niega a morir.
Mientras Hestia y Poseidón enfrentan sus verdades más crudas, lo que duerme en el abismo comienza a despertar… no con furia, sino con hambre de libertad. ¿Serán capaces de contener lo que ni los primeros dioses se atrevieron a nombrar?
En la superficie, el Olimpo tiembla. Alianzas olvidadas empiezan a resurgir. Viejos enemigos sienten el llamado.
Y en el centro de todo, una pregunta resuena como un eco imposible de apagar:
¿Qué se rompe primero, el sello… o los dioses que lo contienen?
¡No se lo pierdan la próxima semana!
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
🌸Persephone
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