"Entre los Riscos de Nael’Mir" [Capítulo 53] La Última Sanadora - Infinity Kingdom

🌸 Muy buenas tardes, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "La Última Sanadora"!

Soy Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo cincuenta y tres que se enfoca en Teodora, sus aventuras y su evolución para convertirse en la más destacada curandera de los últimos tiempos. 

¡Acompáñenme en este emocionante capítulo!

🌸 Resumen del anterior capítulo: “Ecos de Piedra y Juramentos”

El grupo inicia su travesía en un antiguo valle marcado por ruinas y ecos del pasado. Allí, el ambiente está cargado de memorias y susurros de una civilización olvidada, lo que despierta inquietud en los viajeros. Zari explica que el lugar solía ser un santuario, pero que los juramentos de sus habitantes quedaron atrapados tras su caída. A medida que avanzan, una señal luminosa en la palma de Teodora cambia su ritmo, anunciando peligro.

De las columnas surgen figuras conocidas como los Silenciados: antiguos tejedores que fueron corrompidos y tejidos por Kaelros en su patrón. Aunque atacan al grupo, Teodora percibe que conservan parte de su conciencia. Usando su poder, libera a uno de ellos, demostrando que aún pueden ser salvados. Sin embargo, el grupo decide no enfrentarlos a todos, optando por seguir adelante por un sendero abierto por Lucasta.

Al llegar al borde de un acantilado, con vista a los riscos de Nael’Mir —una zona donde el tiempo se distorsiona—, descubren una advertencia: Kaelros ha descendido y está alterando el equilibrio del Telar. Teodora comienza a comprender el verdadero alcance del Telar y su papel como heredera. Con determinación, el grupo se prepara para evitar que Kaelros fusione su telar corrupto con el Pozo, lo que pondría en peligro a todo el mundo.

🌸 Capítulo 53: “Entre los Riscos de Nael’Mir”

El aire cambió cuando cruzaron el borde del acantilado. No era solo más frío ni más denso: era irregular. El viento subía, bajaba, se enroscaba en sí mismo como si respirara al compás de memorias aún no vividas. Frente a ellos, los riscos de Nael’Mir se alzaban como fragmentos de un mundo roto, donde las leyes del tiempo y del espacio eran más sugerencia que certeza.

Teodora fue la primera en descender. Cada paso se sentía doble: una parte de ella avanzaba en el presente, pero otra parecía repetir ese mismo paso en un tiempo diferente, como si la piedra debajo hubiera conservado la huella de viajeros anteriores. O futuros.

—Esto no es natural —murmuró Khubilai, con la mano en la empuñadura de su arma—. Es como si camináramos dentro de un recuerdo mal cosido.

Lucasta flotaba detrás de él, más alerta que de costumbre. La luz que emanaba de su forma trazaba ondas inestables, como si incluso su energía tuviera dificultades para sostenerse en ese lugar. Atenea, por su parte, mantenía el escudo al frente, no por amenaza inmediata, sino como barrera contra la desorientación.

—El tiempo se ha vuelto fragmento aquí —dijo Zari, revisando el entorno con una mezcla de precaución y respeto—. Las historias dicen que Kaelros aprendió a manipular el Telar desde estos riscos. Aquí comenzó su ruptura.

Mientras descendían por una garganta natural entre dos riscos gigantes, la niebla comenzó a espesar. No era una neblina cualquiera: estaba formada por partículas de hilo suspendido, restos de tramas abandonadas. Teodora extendió la mano y tocó uno de esos hilos flotantes. Un destello la sacudió.

Vio a Kaelros. No como el enemigo actual, sino como un joven tejedor, arrodillado frente a un pozo de aguas quietas, recitando palabras que desafiaban el equilibrio. En su mirada había ambición… y dolor. Luego, el recuerdo se quebró y Teodora volvió a la garganta, jadeando.

—Estos hilos contienen fragmentos del pasado… y del futuro —dijo ella, con voz temblorosa—. Aquí no solo el Telar se enreda: también el destino.

El grupo se detuvo. Incluso los pasos de Deméter, que había permanecido atrás con Carlomagno, eran ahora más lentos, como si el dragón mismo sintiera el peso de múltiples tiempos superpuestos. Alejandro acarició el lomo de su león guardián, que olfateaba el aire con inquietud.

—¿Qué buscamos exactamente aquí? —preguntó Iskra—. ¿La fuente de la ruptura?

—El Corazón de Nael’Mir —respondió Zari—. Es una cámara olvidada donde se anudó por primera vez el patrón prohibido. Si llegamos allí, podremos ver el diseño de Kaelros antes de que se complete. Y quizás... cortarlo.

Avanzaron entre los riscos, guiados por la luz cada vez más intermitente del símbolo de Teodora. A cada giro del camino, las voces del lugar se volvían más nítidas: un niño que reía y luego gritaba; una mujer que tejía y lloraba; un anciano que repetía sin cesar la misma frase: “no todos los hilos deben ser cosidos”.

—¿Escuchan eso? —preguntó Atenea, deteniéndose. Su escudo vibraba ligeramente.

—Son ecos de los hiladores perdidos —dijo Lucasta en un susurro mental que solo Teodora pudo oír—. Este lugar fue su tumba… y su condena.

Repentinamente, una figura surgió desde una pared rocosa, como si hubiera sido tejida de la piedra misma. Era alta, envuelta en una capa de filamentos oscuros que giraban a su alrededor como remolinos. No tenía rostro, sino una superficie lisa, cubierta por símbolos móviles.

—¿Quién osa caminar entre mis nudos? —dijo la figura con voz múltiple, como si varias versiones de sí misma hablaran al unísono.

—Somos los herederos de un patrón distinto —respondió Teodora, con firmeza—. Venimos a desatar lo que no debía haberse tejido.

La figura inclinó la cabeza, y uno de sus hilos se extendió hacia la palma de Teodora. El símbolo brilló, resistiéndose. Un instante después, el hilo se quemó con un sonido agudo, y la entidad se replegó, como sorprendida.

—El Telar aún te reconoce —dijo la figura, retrocediendo—. Pero aquí, incluso la autoridad tiene precio. Si quieren cruzar hacia el Corazón, deben demostrar que no son solo portadores de luz… sino también capaces de atravesar la sombra.

Las paredes del risco comenzaron a cerrarse detrás del grupo. El suelo vibró y los separó: cada uno fue atrapado en un pasaje distinto, como si el Telar mismo los quisiera probar por separado.

Teodora se encontró sola, frente a una puerta circular sin cerradura. Sobre su superficie, una inscripción viva:

“Para desatar lo tejido, primero conoce tu propio nudo.”

Al tocarla, la piedra se disolvió y Teodora fue absorbida en una cámara hecha de reflejos. Allí, todas las versiones de sí misma que podría haber sido la rodearon: una que huyó del Telar, otra que se rindió ante Kaelros, una que se volvió tejedora de guerras. Cada reflejo la miraba, preguntando sin palabras si su camino era verdadero.

—Yo no soy perfecta —dijo ella al fin—. Pero camino con propósito. Y mi hilo es mío, no impuesto.

La cámara tembló. Los reflejos se deshicieron en hilos de luz, que regresaron al símbolo en su palma, fortaleciéndolo.

En otros túneles, sus compañeros vivían sus propias versiones de esa prueba. Algunos enfrentaban recuerdos, otros decisiones futuras. Todos, sin saberlo, tejían su convicción al atravesar la prueba.

Finalmente, el grupo se reunió frente a un nuevo portal, marcado con el mismo patrón fracturado que Zari había mencionado. El Corazón de Nael’Mir estaba cerca. Pero también lo estaba Kaelros.

—Esto es solo el umbral —dijo Khubilai, con la mirada fija en la estructura—. Lo que hagamos dentro definirá si el Telar permanece un canto… o se vuelve un grito.

Teodora respiró hondo, y dio el primer paso hacia la cámara donde, por primera vez, las notas del patrón prohibido resonaron en el mundo.

¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!

Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.

Muchas gracias por su tiempo y apoyo,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.

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