🌸 Muy buenas tardes, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "La Última Sanadora"!
Soy Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo cincuenta y dos que se enfoca en Teodora, sus aventuras y su evolución para convertirse en la más destacada curandera de los últimos tiempos.
¡Acompáñenme en este emocionante capítulo!
🌸 Resumen del anterior capítulo: “El Eco de una Súplica”
El capítulo comienza con la calma del amanecer dentro del refugio mágico del grupo, donde Teodora despierta entre sueños ajenos y una tensión latente. La tranquilidad se rompe cuando una viajera exhausta llamada Zari emerge del telar del plano, implorando ayuda. Su aldea, Daen’Kael, custodia un nodo del Telar llamado el Pozo de los Ecos, ahora amenazado por Kaelros, un hombre que ha corrompido los hilos sagrados y transforma a sus oponentes en partes de su telar distorsionado.
Ante la gravedad del peligro, el grupo escucha con atención. Lucasta sana a Zari, y todos reconocen que el Telar mismo parece haberla elegido. Deciden emprender el viaje hacia Daen’Kael, conscientes de los riesgos y del poder que podría desatarse si Kaelros consolida su control. Iskra descubre un hilo errático, fuera de lugar, indicando que algo más antiguo y oscuro está involucrado. El capítulo cierra con el grupo iniciando su travesía, guiados por un nuevo propósito y el palpitar del Telar que parece observarlos con expectativa.
🌸 Capítulo 52: “Ecos de Piedra y Juramentos”
El viaje comenzó en silencio, con el amanecer aún sin definir del todo sus contornos. Las columnas rotas del antiguo valle se alzaban como cicatrices del mundo, vestigios de una civilización olvidada por el Telar. Algunos estaban partidas en ángulos imposibles; otras permanecían erguidas, como si se resistieran a caer del todo, sus superficies cubiertas por inscripciones en lenguas extintas.
El aire allí vibraba. No con viento, sino con ecos —sonidos de antiguas batallas, plegarias abandonadas y promesas que nunca se cumplieron. Cada paso que daba el grupo parecía despertar un murmullo entre las piedras, una conversación entre lo que fue y lo que está por venir.
—¿Siempre fue así? —preguntó Iskra, bajando la voz ante el peso del lugar.
—No —respondió Zari, deteniéndose junto a una columna semienterrada por un momento—. Antes, esto era un santuario de sabios y constructores. Cuando la discordia los dividió, sus obras se quebraron… pero sus juramentos quedaron atrapados aquí.
Zari retomó el caminar en el centro del grupo, con la capucha ahora retirada. Su rostro mostraba una mezcla de asombro y preocupación.
—Mi abuela decía que los ecos del valle escuchan más de lo que deben. Que si hablás demasiado cerca de las piedras, tus pensamientos pueden quedarse atrapados.
—Entonces será mejor que no hablemos en vano —murmuró Khubilai, con una mirada furtiva al cielo encapotado.
Lucasta, silenciosa como siempre, flotaba junto a Teodora, que avanzaba con paso firme. La joven heredera del Telar llevaba el símbolo brillando en la palma, guiándola como una brújula interna. Pero el ritmo de esa luz cambió de pronto. Una pulsación más rápida. Más alerta.
—Algo se acerca —dijo Atenea, deteniéndose en seco—. No lo oigo… pero lo presiento.
De entre los pilares caídos emergieron figuras —sombras no del todo humanas. Caminaban como hombres, pero sus rostros estaban cubiertos por máscaras de piedra, y de sus cuerpos brotaban hilos grises, conectándolos a las columnas.
—Tejedores atrapados —dijo Zari con horror—. Kaelros los llama “los Silenciados”. Son los primeros que cayeron. No murieron… fueron hilados.
Uno de ellos alzó el brazo, y el aire tembló. No por magia, sino por la tensión del Telar mismo siendo invocado sin propósito. Los hilos que lo envolvían se tensaron como látigos, lanzándose contra el grupo.
Khubilai se movió primero. Su hoja curva danzó con precisión, cortando los hilos sin herir al cuerpo. Atenea bloqueó un segundo ataque, su escudo brillando con un fulgor dorado que repelía la corrupción. Iskra alzó su báculo y lo clavó en el suelo, proyectando una onda que rompió el vínculo entre un Silenciado y su columna.
—No quieren pelear —dijo Teodora de pronto—. No del todo. Hay conciencia detrás de esas máscaras. Sienten que fueron traicionados.
—Kaelros los hizo parte de su patrón —añadió Zari—. Pero no todos los hilos quieren estar donde fueron puestos.
Teodora alzó su mano, y del símbolo brotó un hilo puro de luz, que tocó el pecho de uno de los Silenciados. El ser se estremeció… y entonces cayó de rodillas, liberado. La máscara se rompió, dejando ver un rostro humano, agotado pero consciente.
—No es demasiado tarde para algunos —dijo Teodora con voz clara—. Pero debemos seguir. No podemos luchar contra todos. No aquí.
Lucasta asintió. Sus dedos de luz trazaron una línea sobre el aire, abriendo un camino entre las columnas que evitaba los nodos más corruptos. El grupo avanzó con rapidez, dejando atrás a los Silenciados que aún podían ser salvados. A su paso, algunos caían por su cuenta, como si la presencia de la luz debilitara la prisión tejida sobre ellos.
Al final del valle, al borde de un acantilado que marcaba el inicio de la garganta de los ecos invertidos, el grupo hizo una pausa. Desde allí, podían ver las primeras sombras de Nael’Mir, los riscos donde el tiempo comenzaba a volverse incierto.
—A partir de aquí —dijo Atenea—, los días se enredan. Los recuerdos pueden no coincidir. Tendremos que sostenernos unos a otros más allá de la lógica.
Zari se arrodilló, y colocó la palma sobre una pequeña roca tallada. Era una señal de los suyos. Un mensaje oculto: “Kaelros descendió. Lo que fue agua ahora arde.”
Teodora cerró los ojos por un instante. El Telar le hablaba en susurros. Ya no era una mera heredera. Empezaba a comprender. A sentir. No solo los hilos… sino el patrón incompleto, las líneas ausentes, las notas perdidas de una melodía que alguna vez tejió armonía.
—Debemos llegar antes de que Kaelros fusione el Pozo con su telar —dijo—. Si lo logra, ya no será solo un peligro para Daen’Kael. El Telar podría comenzar a imitar su ruptura.
Lucasta se elevó, proyectando un haz de luz sobre los riscos, como si marcara una promesa en el aire: el viaje continuaría, y el Telar, por ahora, todavía les respondía.
¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!
Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
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