🌸 Muy buenas tardes, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "La Última Sanadora"!
Soy Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo cincuenta y uno que se enfoca en Teodora, sus aventuras y su evolución para convertirse en la más destacada curandera de los últimos tiempos.
¡Acompáñenme en este emocionante capítulo!
🌸 Resumen del anterior capítulo: “El Guardián de las Rupturas”
El grupo de Teodora atraviesa el misterioso Bosque de Cristales, donde la realidad misma parece alterada. Guiados por la vibración del símbolo en la palma de Teodora, llegan a una explanada flotante donde enfrentan al imponente Arak-Thar, Guardián de las Rupturas. El ser, escindido entre dos naturalezas —sombra y energía estelar—, desafía las leyes del plano y lanza un combate feroz. A través de una conexión profunda con el Telar, Teodora no combate con fuerza, sino con sabiduría y empatía, comprendiendo que Arak-Thar es una entidad dividida. Con un sello creado a partir de hilos que no son luz ni sombra, sino algo nuevo, logra coser las dos mitades y liberar al guardián de su fractura.
Tras su desaparición, queda un espejo negro, símbolo de decisiones futuras. El grupo encuentra refugio tejido por el propio plano, y en ese espacio de calma entienden que no han vencido a un enemigo, sino sanado una fisura del equilibrio cósmico. Teodora, cada vez más consciente de su papel como tejedora de realidades, ya no teme lo roto, pues ha aprendido que incluso las grietas pueden conducir a la armonía.
🌸 Capítulo 51: “El Eco de una Súplica”
El alba llegó como un susurro contenido, derramando su pálida luz sobre la cúpula de energía tejida por las memorias del plano. Las hebras que formaban el refugio titilaban con reflejos dorados y plateados, como si cada una custodiara un secreto antiguo. Teodora se incorporó lentamente, aún envuelta en el eco de sueños que no parecían del todo suyos. A su alrededor, los demás dormían en un silencio reverente, excepto Lucasta, cuya forma etérea ya se encontraba alerta, y Atenea, sentada junto a la entrada, vigilante como una estatua de mármol viviente.
Fue Lucasta quien alzó su luz primero, como si una nueva vibración, desconocida hasta entonces, hubiera alcanzado los límites del refugio. Un hilo invisible comenzó a tensarse en el aire, y el telar del plano respondió. Los hilos se apartaron con un crujido sutil, y de ese espacio abierto surgió una figura que parecía hecha de polvo y fatiga.
Cayó de rodillas sin emitir palabra, pero su presencia hablaba más fuerte que cualquier voz. Su capa estaba rasgada, sus botas cubiertas de lodo viejo y ceniza fresca. El rostro, oculto bajo una capucha, parecía el de una viajera que había cruzado más que montañas: había atravesado el velo de lo imposible.
—¡Auxilio! —exclamó con un hilo de voz, que sin embargo resonó como una trompeta de guerra entre las columnas de luz—. Por favor… ¡mi pueblo necesita ayuda!
Atenea se levantó al instante, su lanza girando con destreza en el aire antes de clavarse suavemente en la tierra cristalina, marcando una línea de advertencia. Manco Cápac dio un paso al frente, y Khubilai desenfundó apenas su hoja curva. Pero fue Teodora, como siempre, quien se acercó sin temor.
—¿Quién eres, viajera de los hilos? —preguntó con firmeza, aunque sin dureza.
La desconocida alzó la mirada. Era joven, pero los surcos del sufrimiento le habían robado la inocencia de la juventud. Sus ojos, de un ámbar encendido, parecían conservar la chispa de una llama en extinción.
—Zari —dijo—. De Daen’Kael. Un pueblo entre riscos olvidados por los mapas y los sabios. Hemos guardado durante generaciones el Pozo de los Ecos, un nodo del Telar, o al menos eso cuentan los ancianos. Pero ahora... ahora está en peligro.
El nombre de aquel lugar cayó como un guijarro en un lago silencioso. Todos lo sintieron. Atenea asintió lentamente, como si lo recordara de alguna canción antigua.
—¿Qué amenaza se cierne sobre ustedes? —preguntó entonces Khubilai, acercándose como una sombra silenciosa.
—Kaelros —susurró Zari, y el viento pareció menguar al oír aquel nombre—. Un hombre de mirada rota. Dice haber sido traicionado por los tejedores de antaño. Ha corrompido los hilos del Pozo… los dobla, los funde, los cose con fuerza en lugar de intención. Quien se opone… desaparece. O peor: se convierte en parte de su telar enfermo.
Iskra se acercó entonces, su báculo improvisado vibrando ante la mención de una magia tan disonante. Tocó brevemente la tierra junto a Zari, y el polvo se elevó en espirales. Teodora también sintió el temblor: no era simple temor lo que la muchacha traía, sino un lazo real, tejido a través de su desesperación.
—Has cruzado planos sin guía —murmuró Atenea—. Eso no es algo que una mortal logre fácilmente.
—El Pozo me empujó —explicó Zari—. Me mostró un hilo de esperanza... y lo seguí.
Lucasta se acercó entonces, derramando una luz suave sobre la frente de la viajera. No se trataba de un hechizo, sino de una bendición. Bajo su toque, las heridas menores sanaron, y el polvo se desprendió como hojas secas llevadas por el viento. Zari parecía ahora parte del grupo, como si el Telar la hubiera reconocido.
—Entonces debemos ir —dijo Teodora, incorporándose con una mirada resuelta—. Un nodo del Telar no puede ser tomado por manos corrompidas. Y si ese Kaelros maneja hilos quebrados, debemos entender cómo. Lo roto puede enseñar, pero también destruir.
Atenea desenrolló su mapa de planos, mientras Lucasta trazaba con sus dedos de luz una ruta hacia el sur. No sería un viaje corto. El camino a Daen’Kael implicaba cruzar el Valle de las Columnas Caídas, bordear la garganta de los ecos invertidos y finalmente descender por los riscos de Nael’Mir, donde el tiempo a veces olvidaba fluir.
—No es solo el pueblo lo que está en riesgo —añadió Manco Cápac, mirando el horizonte—. Si ese hombre logra anclar su telar enfermo al Pozo… podría iniciar un nuevo patrón. Uno sin equilibrio.
Antes de partir, Iskra recogió del aire un hilo que flotaba sin pertenecer al plano. Su color era pálido, su textura era errática. No provenía del Telar… sino de algo más antiguo, algo que había sido rechazado por el diseño mismo.
El grupo se preparó en silencio. Las palabras eran pocas, pero los corazones ardían con un fuego aventurero, del tipo que sólo se enciende cuando lo imposible llama a la puerta.
Y al dar el primer paso hacia el umbral que los llevaría a Daen’Kael, Teodora sintió una nueva pulsación en su palma. El símbolo ardía con una emoción diferente: no advertencia, no dolor. Era anticipación. Como si el propio Telar observara… esperando ver qué hilo nacería de aquel encuentro.
¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!
Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.
Muchas gracias por su tiempo y apoyo,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.
🌸Persephone
Plataforma de comunicación
Unirse al Discord de Infinity Kingdom para resolver problemas y dudas. Busca el canal en español, y si no lo encuentras, pregunta en el chat general. Puedes buscarme como 🌸Persephone, y tengo el rol de Press Officer (Oficial de Prensa), así que siéntete libre de enviarme un mensaje privado.
Links para descargar el juego
- Infinity Kingdom / 無盡城戰



!["An Older Authority" [Part 11] Legend of Medusa - An Infinity Kingdom Story](https://oss.gtarcade.com/forum/gif/2025-12-13/249175_d2f33a4c-ef0a-44cf-bfc5-c33684652a0d_111937.gif?x-oss-process=image/resize,w_150,h_150)

!["¡Los Alquimistas!" La Importancia de Avanzar la Página de Talento (parte 2) [Siempre Frío] - Infinity Kingdom](https://oss.gtarcade.com/forum/gif/2025-12-14/546754_c6ca984b-b71d-42d0-bde9-bad7ef2dd847_235039.gif?x-oss-process=image/resize,w_150,h_150)