"El Guardián de las Rupturas" [Capítulo 50] La Última Sanadora - Infinity Kingdom

🌸 Muy buenas tardes, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "La Última Sanadora"!

Soy Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo cincuenta que se enfoca en Teodora, sus aventuras y su evolución para convertirse en la más destacada curandera de los últimos tiempos. 

¡Acompáñenme en este emocionante capítulo!

🌸 Resumen del anterior capítulo: “La Voz que Habita el Umbral”

La marca en la mano de Teodora comienza a vibrar con vida propia, conectándola con fuerzas invisibles del plano en el que se encuentran. Atenea y Lucasta perciben también el cambio, y al día siguiente, Iskra despierta confundida, reconociendo a Teodora de un misterioso sueño compartido. Pronto, un rugido antinatural interrumpe la calma y el grupo continúa su marcha por un bosque de cristales que parece distorsionar la realidad.

Guiados por la conexión de Teodora con los cristales, llegan a un claro surrealista dominado por un obelisco de obsidiana líquida. Allí se manifiesta una figura encapuchada que reconoce a Teodora como el "Umbral", afirmando que ella ha abierto una puerta que no podrá cerrarse. La figura le transfiere un hilo de sombra que se fusiona con su marca, y luego desaparece. El grupo queda con la incógnita de si aquello fue una prueba o una llave hacia lo desconocido.

Esa noche, Iskra revela que también fue elegida por el Telar, pero que rechazó su destino y perdió su camino. Teodora, en silencio, reflexiona sobre lo vivido y comprende que su viaje apenas ha comenzado: ha cruzado su primer umbral.

🌸 Capítulo 50: “El Guardián de las Rupturas”

El amanecer no trajo canto de aves ni brisa fresca. El bosque de cristales parecía contener la respiración. Teodora despertó antes que los demás. Aunque el símbolo en su palma ya no brillaba, sentía una pulsación tenue que marcaba un ritmo profundo, como si algo más allá del plano latiera con ella.

—Nos estamos acercando —dijo Atenea, que había estado en vela—. El plano se está doblando. Lo que nos espera no nos dejará pasar fácilmente.

Teodora asintió. Ya no temía el llamado, aunque no comprendiera del todo su destino.

Avanzaron entre árboles que colgaban del cielo como raíces invertidas. El suelo a sus pies crujía con una textura que no era ni tierra ni cristal: era memoria sólida. Iskra, ahora firme a su lado, llevaba un báculo improvisado. Aunque sus recuerdos seguían rotos, su mirada ya no vagaba. Algo en ella también se había alineado.

Al cruzar un arco hecho de espejos quebrados, el aire cambió.

—No es solo magia —dijo Manco Cápac, tensando los músculos—. Esto es una prisión.

Una explanada se abrió ante ellos. En el centro, una estructura flotaba sin anclaje: una plataforma de piedra negra suspendida por cadenas que colgaban hacia el vacío. Sobre ella, una figura esperaba, inmóvil. Era alto, con piel azul oscuro como el cielo antes de la tormenta. Su armadura parecía forjada con pedazos del firmamento nocturno, y sus ojos brillaban con una luz cruel.

—¿Quién osa cruzar el umbral sin ser probado? —tronó su voz.

—Soy Teodora —respondió ella, firme—. He heredado la marca. No busco destruir. Solo entender.

—La comprensión no exime el juicio. Soy Arak-Thar, Guardián de las Rupturas. Entre cada plano existe una brecha, y toda brecha tiene su bestia. Yo soy la que protege esta.

Sin más palabras, levantó su brazo, y del cielo descendió una lanza formada de relámpagos oscuros. El combate comenzó.

Khubilai fue el primero en moverse, lanzándose con su espada curvada, pero la lanza de Arak-Thar lo repelió con un simple gesto. Atenea invocó una ráfaga de sellos que intentaron inmovilizar al guardián, pero se deshicieron antes de alcanzarlo.

—¡Él rompe los hilos del Telar! —gritó Iskra—. ¡No lo ata la lógica del plano!

Teodora avanzó, el símbolo en su palma resplandeciendo de nuevo.

—Él no sigue la lógica… —murmuró—. Pero sí responde a su reflejo.

Cerró los ojos. El telar interior vibró. Entonces, sin avisar, del suelo brotaron hilos de energía. No eran luz ni sombra, sino una mezcla de ambas. Teodora los tomó y tejió un sello propio, uno que no había aprendido, sino recordado.

—Yo no vengo a imponer un hilo —declaró—. Vengo a tejer uno nuevo.

El sello explotó en un círculo de fuerza que envolvió a Arak-Thar. Por primera vez, el guardián vaciló.

—¿De dónde… sacaste eso? —dijo él, con una mezcla de furia y asombro.

—Del mismo lugar del que provienes —respondió Teodora—. Del error, de lo roto. Del espacio entre los hilos.

Entonces, Arak-Thar rugió y se partió en dos. Literalmente. Su cuerpo se fragmentó en dos entidades: una hecha de sombra pura, otra de energía estelar. Ambas atacaron a la vez.

Lucasta intervino, proyectando un muro de luz que desvió a la criatura estelar. Manco Cápac y Khubilai mantuvieron a raya a la sombra, mientras Teodora, guiada por la vibración de su símbolo, se lanzó al centro de ambas.

Los hilos que había tejido antes comenzaron a girar a su alrededor como escudos danzantes. Ella no luchó con fuerza, sino con conexión. Comprendió que ambas mitades de Arak-Thar estaban atrapadas en una ruptura, desgajadas por antiguas decisiones del Telar.

—No sois enemigos —gritó, alzando ambas manos—. Sois partes de un todo que olvidó cómo ser uno.

El símbolo en su mano brilló con tal intensidad que el plano entero pareció contraerse. Los hilos envolvieron a ambas entidades, cosiéndolas, remendándolas. Arak-Thar gritó, no de dolor, sino de liberación.

Y en un instante, desapareció.

Solo quedó un pequeño espejo negro en el centro de la plataforma. Teodora lo tomó, y al hacerlo, vio su reflejo distorsionado: múltiples versiones de ella misma en distintos caminos posibles.

—Una puerta más —dijo Atenea.

—Una elección más —añadió Iskra.

Esa noche, no hubo campamento. El plano les ofreció un refugio propio: una cúpula viva de energía tejida con hilos de memoria. Allí, el grupo descansó en silencio, conscientes de que lo que habían enfrentado no fue solo una criatura, sino una parte olvidada del equilibrio.

Teodora guardó el espejo junto al símbolo de su palma. Ya no tenía miedo de lo roto. Había aprendido que incluso las rupturas tenían propósito.

¡Hasta aquí llegamos con éste capítulo de esta Historia de Aventuras!

Espero que les haya entretenido y esperen con ansias el próximo capítulo la semana que viene.

Muchas gracias por su tiempo y apoyo,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.

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