"La Marea que No Oye" [Capítulo 11] Crónicas del Dios del Oceáno - Infinity Kingdom

💦 Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "Crónicas del Dios del Océano".

Soy Persephone, y hoy les presento el onceavo capítulo de esta nueva aventura, donde exploraremos el pasado de Poseidón, y descubriremos todas las vivencias que lo forjaron como el majestuoso Dios del Océano que conocemos.

¡Los invito a acompañarme en este emocionante viaje! 

💦 Resumen del anterior capítulo: “Equilibrio Inconforme”

La unión entre Poseidón y Thálassa desencadena un cambio sin precedentes en todos los reinos. Las aguas adquieren conciencia y equilibrio propio, dejando de obedecer a la antigua jerarquía divina. En el Olimpo, esta transformación provoca tensiones: Ares lo considera una traición, Zeus teme la pérdida del orden, mientras que Atenea y Hestia defienden la posibilidad de una nueva forma de divinidad basada en comprensión en lugar de temor.

En los rincones olvidados, antiguos dioses menores como Melinoe, Circe y Penteo debaten su posible renacer bajo esta nueva corriente marina. Circe destaca el poder del cambio, mientras que otros temen ser devorados por lo desconocido.

El mundo mortal también se ve alterado. Criaturas inusuales aparecen, las mareas se vuelven impredecibles, y algunos humanos empiezan a relacionarse con el mar de manera distinta: ya no con rezos, sino con arte, poesía y respeto.

En el centro de Thálassa, Poseidón permanece en comunión total con el océano. Ya no impone su voluntad, sino que actúa como canal del nuevo equilibrio. Sin embargo, ambos saben que su transformación traerá pruebas inevitables.

Las primeras rupturas se manifiestan: glaciares que revelan templos, tormentas que muestran verdades ocultas, nuevos cultos que veneran al mar como conciencia viva. Pero en lo más profundo, algo oscuro y antiguo comienza a despertar. No es dios ni bestia, sino un resentimiento silenciado durante milenios. Sin nombre ni rostro, percibe la unión entre Poseidón y Thálassa como una ruptura de su prisión.

Esta sombra, olvidada y sellada por miedo, se prepara para reclamar su lugar. El segundo acto ha comenzado, y la nueva era del mar enfrentará su primer gran desafío.

💦 Capítulo 11: “Equilibrio Inconforme”

El silencio en el núcleo de Thálassa ya no era comunión. Era tensión.

Las aguas, que días atrás vibraban con armonía y claridad, ahora traían ecos distorsionados, como si una disonancia se filtrara desde las grietas más profundas. Poseidón abrió los ojos bajo el mar sin necesidad de parpadear. Ya no era sólo Dios, era extensión de la conciencia marina. Y lo que sentía no era duda, era algo peor: un rechazo sutil.

—Está aquí —dijo, sin mover los labios.

Thálassa respondió con imágenes fragmentadas: una red de algas secas flotando sin dirección, un ancla arrancada de su nave, un arrecife que se convertía en ceniza. El vínculo que tanto les había costado forjar comenzaba a desgastarse, no por falta de voluntad, sino por una presión externa que corrompía incluso la intención.

Muy por debajo del lecho oceánico, donde ni la luz ni las leyendas se atrevían a descender, la sombra sin nombre se estiraba como una grieta viva. No tenía cuerpo, pero su conciencia era voraz. Lo que buscaba no era dominio. Era ser oído.

Susurros brotaban en los bordes del mundo:

—Fuiste olvidado.

—Ellos no te compartieron.

—Ahora reclama lo que siempre fue tuyo.

Las corrientes que antaño obedecían a Thálassa comenzaban a dividirse. Algunas seguían su canto, otras escuchaban esta nueva voz, grave, antigua, contaminada por siglos de silencio. Criaturas abisales emergían desorientadas, con ojos como cuevas vacías y lenguas que no hablaban idioma alguno. Las ballenas se desorientaban. Los krakens dormidos daban coletazos sin control. Los mapas del fondo del mar, que solo Poseidón conocía, comenzaban a mutar.

Pero no solo el mar temblaba.

En el Olimpo, la decisión se forjaba como un rayo sin dirección.

Zeus, de pie frente al umbral de su trono, miraba el cielo con frustración. Ni siquiera sus nubes lo obedecían con la precisión de antes. Los relámpagos chisporroteaban sin sentido, y cuando los llamaba, llegaban tarde… o no llegaban.

—El abismo no es nuestro enemigo —insistía Hestia, de nuevo, desde el centro del fuego.

—Entonces, ¿Qué es? —rugió Ares—. ¿Una advertencia? ¿Un castigo? ¡Esto solo ocurre cuando un Dios pierde su lugar!

Apolo al fin alzó la voz:

—Esto ocurre cuando los antiguos errores despiertan. No podemos seguir actuando como si el tiempo no pasara.

Deméter, con el rostro arrugado por los siglos y el dolor, sostuvo entre las manos una rama seca. Era todo lo que quedaba de un roble que ya no florecía.

—Si no enfrentamos lo que sellamos… será el fin. No de nosotros. Del equilibrio.

Atenea, siempre la más serena, habló como quien ya ha visto el futuro:

—La única forma de vencer al abismo… es nombrarlo. Comprenderlo. Pero eso implicaría aceptar que cometimos errores. ¿Está el Olimpo dispuesto?

Zeus bajó la mirada. Por un instante, pareció más hombre que dios.

—Reúnan al consejo. Hoy decidiremos si aún somos dignos de guiar este mundo… o si moriremos con nuestras mentiras.

En la superficie del mar, cerca de una isla antaño bendecida por Poseidón, una figura se alzó desde las aguas: Nereida Lysianassa, una de las primeras hijas del mar, olvidada durante siglos. Su cabello flotaba como algas luminosas, pero sus ojos mostraban incertidumbre.

Había sentido el llamado. No el de su padre, sino otro más profundo, más doloroso. Uno que hablaba de injusticias enterradas, de secretos sellados en nombre del orden.

—Padre… ¿Qué has despertado sin querer? —susurró.

Ella no era la única que despertaba. En las costas, las sirenas callaban sus cantos, como si supieran que sus voces serían distorsionadas por la marea que venía. En cavernas antiguas, se oían rugidos que no pertenecían al reino de los vivos. Y en los ojos de algunos mortales sensibles, brillaba un terror inexplicable.

En lo más profundo, Poseidón descendió.

Atravesó las capas de presión, de oscuridad, de memoria. No necesitaba protección: era el mar mismo. Pero conforme se acercaba al lugar sellado, notó que ya no estaba solo. Las paredes del abismo parecían moverse, latir. Un zumbido surgía desde todos los rincones.

—Sabes quién soy —murmuró la sombra.

—No —respondió Poseidón con firmeza—. Sé lo que hicimos contigo. Pero aún no sé cómo repararlo.

La sombra no tenía rostro, pero su presencia se volvió más cercana, más pesada.

—No quiero reparación. Quiero existencia. Quiero que me reconozcan como lo que soy:

El Olvido.

La Voz Negada.

La Herida Nunca Cerrada.

Y en ese instante, el océano se agitó con una violencia incontenible. Las olas golpearon costas a miles de kilómetros. Grietas se abrieron bajo el lecho marino. El vínculo entre Poseidón y Thálassa crujió como un barco en plena tormenta.

—Vendrán más —advirtió Thálassa—. Vendrán las pruebas.

—Lo sé —dijo Poseidón—. Pero no me arrodillaré… ni gobernaré. Esta vez, caminaré entre las corrientes y escucharé hasta lo más profundo. Porque no quiero vencer al abismo. Quiero conocerlo.

La sombra no retrocedió.

Pero por primera vez… dudó.

💦 En el próximo capítulo de "Crónicas del Dios del Océano"...

Las corrientes ya no son fieles, y lo antiguo despierta con sed de justicia. ¿Hasta dónde llegará Poseidón para mantener el equilibrio? ¿Y quién en el Olimpo se atreverá a bajar a escuchar lo que todos prefirieron callar?

¡No se lo pierdan la próxima semana!

Muchas gracias por su tiempo y apoyo,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.

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