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"Equilibrio Inconforme" [Capítulo 10] Crónicas del Dios del Oceáno - Infinity Kingdom

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Article Publish : 06/28/2025 13:07
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💦 Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "Crónicas del Dios del Océano".

Soy Persephone, y hoy les presento el décimo capítulo de esta nueva aventura, donde exploraremos el pasado de Poseidón, y descubriremos todas las vivencias que lo forjaron como el majestuoso Dios del Océano que conocemos.

¡Los invito a acompañarme en este emocionante viaje! 


💦 Resumen del anterior capítulo:El Núcleo sin Nombre

Poseidón desciende al corazón de Thálassa Ancestral, un océano que ha dejado de obedecer sus órdenes y se manifiesta como una conciencia viva y caótica. Allí, las aguas revelan sus errores del pasado: batallas injustas, pactos rotos, y silencios que permitieron tragedias. Thálassa no tiene forma, pero lo confronta con la verdad: fue silenciada porque no podía ser controlada ni dividida. Poseidón no busca sellarla, sino entenderla, y al hacerlo, reconoce su papel en ese olvido ancestral.

Mientras tanto, el mundo comienza a quebrarse: las islas desaparecen, los altares marinos arden, y en el Olimpo, Hera y Atenea enfrentan a Zeus, exigiendo que actúe. En el Inframundo, los antiguos jueces detectan que los juicios del pasado están regresando, reflejados en el desorden del mar. Finalmente, Poseidón extiende la mano en señal de reconciliación, y por un instante, el mar lo acepta no como dueño, sino como parte de él.


💦 Capítulo 10: “Equilibrio Inconforme”

El eco de la unión entre Poseidón y Thálassa no se detuvo en las profundidades. Se propagó como una ola sin forma por todos los reinos: rozó las columnas del Olimpo, se deslizó por las raíces del Inframundo y emergió en las costas del mundo mortal como un susurro que rompía la lógica. Las aguas hablaban ahora con una voz compartida. Ya no obedecían, dialogaban. Las mareas no respondían a órdenes, sino a equilibrios. Y eso, para muchos, era inadmisible.

En el Olimpo, el temblor era más interno que físico. Las palabras se volvían duras, las posturas más rígidas.

Esto es una herejía —bramó Ares, golpeando con su lanza el mármol—. ¿Desde cuándo un dios se arrodilla ante el mar?

Apolo guardaba silencio, su luz oscilaba con una inquietud que antes no le pertenecía. Fue Atenea quien alzó la voz, firme y serena.

No se ha arrodillado. Ha comprendido que ya no es el único portador de la verdad.

Las palabras, aunque justas, dolían como una sentencia. Deméter, desde la sombra de una columna agrietada, soltó con pesar:

—¿Y qué somos ahora? ¿Testigos de nuestra propia decadencia?

Zeus permanecía callado. Había visto las señales. El cielo ya no respondía con la precisión de antaño. Los truenos se retrasaban o simplemente no llegaban. El firmamento, antes obediente, devolvía el silencio como respuesta. Cuando por fin habló, su voz arrastraba la gravedad de los siglos.

Si cedemos ahora, se abrirán todas las puertas. No hay equilibrio sin jerarquía. Si un dios se arrodilla… el mundo aprenderá a olvidarnos.

Entonces, Hestia, desde el fuego central, habló sin levantar la voz, dejando caer su verdad como brasas encendidas:

Tal vez ha llegado el momento de dejar de ser temidos… y empezar a ser comprendidos.

Muy lejos de allí, en los corredores olvidados de Nysa, se reunían aquellos que alguna vez fueron dioses menores, espíritus ancestrales, reflejos de un mundo que ya no los recordaba. Melinoe, con sus ojos como pozos sin fondo, fue la primera en hablar:

El nuevo mar nos llama. Si Poseidón ha renacido… también nosotros podemos hacerlo.

Penteo, cubierto aún por la memoria de antiguas iras, no compartía la esperanza.

¿Y si es una trampa? ¿Y si ese mar solo busca devorarnos como lo hizo con ciudades enteras?

Circe se deslizó entre luces y brumas, hablando con la calma de quien ha visto muchas eras caer y nacer.

El cambio es mejor que el olvido. Hay poder en lo que se transforma… en lo que escucha.

Mientras tanto, el mundo mortal comenzaba a cambiar. Los pescadores hablaban en voz baja de criaturas imposibles: tortugas con caparazones de obsidiana, peces que brillaban en la oscuridad, delfines que jugaban con las corrientes. Las rutas marítimas ya no eran estables; los barcos eran llevados por mareas que no obedecían brújulas ni mapas. En una aldea al borde de un continente sumergido, una niña se acercó al mar con una ofrenda que no era rezo, sino un poema escrito con tinta de pulpo. El mar, en respuesta, le devolvió una melodía. No tenía letra, pero hablaba de un mundo distinto, donde las aguas no eran castigo ni frontera, sino puente y espejo.

En lo más hondo, en el núcleo vivo de Thálassa, Poseidón permanecía inmóvil. No era quietud: era comunión. Su cuerpo ya no era solo fuerza. Era canal. Era símbolo. Era consecuencia y promesa. Thálassa le hablaba con imágenes: una cadena oxidada que se rompía, una corona cayendo en espiral hacia la oscuridad, un puente de sal suspendido entre extremos irreconciliables.

No todos aceptarán —murmuró Poseidón.

Thálassa vibró con claridad absoluta. No respondió con palabras, pero el mensaje fue inequívoco: entonces vendrán las pruebas. Porque todo renacer es también una ruptura.

Y las rupturas comenzaron.

En el norte, los glaciares se desgajaron, revelando templos sellados desde antes de la primera palabra. En el este, las tormentas se transformaron en espejos. Cada relámpago mostraba verdades que los hombres no querían ver. En el oeste, un nuevo culto emergió. No adoraban a un dios, sino al mar como conciencia. Rechazaban todo poder que no supiera escuchar.

En el sur… algo despertaba.

Era más antiguo que Thálassa. No era un dios ni un monstruo. Era residuo. Era todo lo que no fue compartido. Era el resentimiento de las aguas silenciadas.

Había sido sellado no por justicia, sino por miedo. No tenía nombre, porque le fue arrebatado. No tenía rostro, pero su presencia se sentía en cada grieta del abismo. El eco de la unión entre Poseidón y Thálassa le llegó como una grieta en su prisión. No necesitó abrir los ojos. Nunca los había cerrado.

Entonces empieza el segundo acto —murmuró la sombra—. Que el mar elija a su verdadero heredero… si puede sobrevivirme.

Desde lo más profundo, su presencia comenzaba a manifestarse. No era del todo real, pero ya afectaba a las aguas. Las corrientes temblaban. Las criaturas huían. Incluso Thálassa sintió la perturbación. Poseidón volvió su rostro hacia el abismo. Lo que había sellado con humildad no bastaría. Aquello que nunca fue escuchado… venía a reclamar su lugar.







💦 En el próximo capítulo de "Crónicas del Dios del Océano"...

Mientras las aguas se agitan y el equilibrio recién nacido tambalea, antiguos aliados deberán elegir entre la lealtad y el miedo. En lo profundo del abismo, la sombra sin nombre comienza a extender su influencia, corrompiendo las corrientes y despertando fuerzas olvidadas por los dioses. Poseidón sentirá, por primera vez, que su vínculo con Thálassa podría no bastar. Y más allá del mar, en el Olimpo, una decisión sellará el destino de todos: enfrentar al abismo… o negarlo, y perecer.





¡No se lo pierdan la próxima semana!

Muchas gracias por su tiempo y apoyo,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.

🌸Persephone



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- Infinity Kingdom / 無盡城戰

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