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"El Despertar de las Columnas de Hades" [Capítulo 7] Crónicas del Dios del Oceáno - Infinity Kingdom

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Article Publish : 06/08/2025 11:32
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💦 Bienvenidos a un nuevo capítulo de mi historia, "Crónicas del Dios del Océano".

Soy Persephone, y hoy les presento el séptimo capítulo de esta nueva aventura, donde exploraremos el pasado y presente de Poseidón, y descubriremos todas las vivencias que lo forjaron como el majestuoso Dios del Océano que conocemos.

¡Los invito a acompañarme en este emocionante viaje! 


💦 Resumen del anterior capítulo:El Susurro de la Profundidad Primordial

Tras el juicio en el Olimpo, una lluvia especial cae sobre los dioses: no agua común, sino memoria líquida. Poseidón, marcado por una espiral azul en el pecho, desciende al fondo del océano, guiado por un llamado ancestral que no puede ignorar. En la Fosa del Pacto Roto, una figura encadenada, mitad coral y mitad humana, percibe su llegada y rompe una de sus cadenas.

Poseidón alcanza las profundidades más remotas, donde el mar permanece en un silencio anómalo. Allí encuentra a una figura femenina envuelta en algas vivas, una entidad más antigua que los dioses olímpicos. Ella revela haber sido sellada antes del tiempo por incomodar tanto a titanes como a dioses. Entrega a Poseidón una concha negra, símbolo de un legado olvidado que ahora él debe cargar. Este objeto lo convierte en memoria viviente del equilibrio entre lo sellado y lo revelado.

La figura no se declara aliada: es una advertencia. El acto de recordar y romper el ciclo tiene un precio. En el Olimpo, los dioses perciben que algo ha comenzado y que no podrán enfrentarlo solos. Hades reacciona desde el Inframundo, el nivel del mar sube sin causa aparente, y antiguos guardianes despiertan en los abismos. Algo ancestral ha vuelto… y esta vez no se detendrá.


💦 Capítulo 7: “El Despertar de las Columnas de Hades”

El mar estaba inquieto.

En las costas del mundo, los pescadores dejaron de lanzar redes. Las olas llegaban sin ritmo, empujadas por una fuerza que no respondía ni al viento ni a la luna. Algunas bahías quedaron secas al amanecer, solo para ser engullidas horas después por mareas colosales. Desde los fiordos del norte hasta los arrecifes olvidados del sur, una sola certeza se repetía entre quienes aún sabían leer las señales del océano: el mar está hablando.

Y no todos desean escuchar.

Bajo las aguas eternas, más allá del alcance de cualquier criatura viviente, una grieta se abrió con un crujido que no fue sonido, sino memoria reactivada. Las Columnas de Hades, formaciones abisales donde los dioses antiguos sellaron secretos que ni los titanes se atrevieron a tocar, temblaron por primera vez en eones. De su interior no surgió luz, ni sombra. Surgió presencia. Algo que no se desplazaba ni flotaba, sino que existía con el peso de una era olvidada.

En la más profunda de las cámaras, se quebró una esfera negra sellada con runas perdidas. Y cuando la esencia encerrada dentro de ella escapó, lo hizo como niebla que no necesitaba forma para ser temida.

En el Olimpo, el estruendo fue sentido más que oído.

Esto no es normal —musitó Dionisio, con su copa temblando entre los dedos.

Nada lo es desde que él bajó al fondo —interrumpió Hera, con los ojos fijos en un mapa de las mareas que se reescribía solo—. El equilibrio debe ser restaurado. Y si él no lo hace a nuestra manera, lo haremos por él.

¿Lo condenas por escuchar lo que nosotros ignoramos? —preguntó Atenea, con voz contenida—. Poseidón está cumpliendo un rol que dejamos vacío hace milenios.

¡Está desafiando nuestra autoridad! —tronó Ares, golpeando el suelo—. El mar no necesita equilibrio. Necesita control.

Zeus no habló. Solo observaba el trono vacío de su hermano. El rayo en su puño estaba frío.

En el abismo, Poseidón descendía aún más, guiado por la vibración cada vez más errática del tridente. El coral muerto en los muros, el silencio de las criaturas que usualmente danzaban a su paso… todo hablaba de una verdad única: algo había sido liberado antes de tiempo.

La concha negra en su mano emitió un zumbido bajo. No palabras, pero sí advertencias.

No fuiste tú quien lo abrió —dijo una voz detrás de él.

Era ella. La mujer sin tiempo, la exiliada de los mitos. Flotaba como si el agua la llevara, pero Poseidón sabía que era ella quien movía el agua a su alrededor.

Pero tu presencia aceleró lo inevitable —continuó.

¿Qué fue liberado? —preguntó el dios, aunque ya lo sentía. En los huesos. En las corrientes. En la memoria del océano que ahora fluía a través de él.

Ella no respondió de inmediato. Se limitó a mirar hacia las Columnas de Hades. Desde allí, una figura comenzó a alzarse.

Era imposible saber si era una criatura, un dios o un eco. Su forma cambiaba: tentáculos de niebla, ojos que parpadeaban donde no había rostro, piernas que caminaban sin avanzar. Pero lo peor no era su aspecto. Era su familiaridad. Algo en Poseidón sabía que esa cosa había sido parte de él. O él, parte de ella.

Se llama Thálassa Ancestral —susurró la exiliada—. Nació cuando el mar no era agua, sino caos. Fue el primer equilibrio… y luego el primer rompimiento.

¿Es una amenaza?

Es un espejo.

Poseidón apretó la concha entre sus dedos. La espiral negra en su pecho palpitó una vez más. Si este ser había despertado, no bastaría con sellarlo de nuevo. Debía entenderlo.

Pero entonces, una grieta lateral estalló cerca de ellos. Y de ella surgieron guardianes.

Criaturas con cuerpos de piedra marina, ojos de perla fosilizada y voces que solo podían oírse con el alma. Cada una era una faceta del mar: tempestad, calma, hambre, profundidad, sal.

Uno de ellos habló.

Tú nos llamaste. Tú portas la memoria. Entonces, decide.

¿Decidir qué?

Si somos tu ejército… o tu juicio.

En la superficie, los templos costeros comenzaron a agrietarse. Sacerdotes de Poseidón entraron en trance, repitiendo palabras en idiomas que nunca aprendieron. Y en los sueños de los mortales, una figura emergía del mar con los ojos llenos de remolinos oscuros.

En el Olimpo, Zeus se levantó.

No podemos quedarnos sentados.

Entonces prepárate —dijo Atenea, poniéndose de pie junto a él—. Porque lo que ha despertado… no nos pedirá permiso.

Y en lo más profundo del mundo, Poseidón dio un paso adelante.

Si yo soy el puente entre lo sellado y lo libre… entonces debo cruzarlo por completo.

El abismo no respondió.

Pero el mar sí.

Y su rugido fue la primera nota de una guerra que cambiaría el mundo.





💦 En el próximo capítulo de "Crónicas del Dios del Océano"...

El eco del despertar de Thálassa Ancestral se propaga más allá del mar. Las corrientes llevan su presencia a cada rincón del mundo, alterando no solo las aguas, sino también los sueños de los dioses y mortales. Mientras tanto, Poseidón debe decidir si guiar a los guardianes hacia la guerra… o detenerlos antes de que crucen el límite entre equilibrio y destrucción.

En el Inframundo, Hades convoca a los antiguos jueces del destino, sabiendo que el conflicto no se limitará a los océanos. En el Olimpo, Hera trama una respuesta drástica: invocar un arma sellada desde la Era de los Titanes. Y en lo más profundo del abismo, una sombra sin nombre comienza a susurrar a Thálassa… recordándole por qué fue sellada.

¿Podrá Poseidón mantener el equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo, o será arrastrado por la misma marea que juró controlar?

El mar ha despertado.

Y aún no ha mostrado su verdadera forma.





¡No se lo pierdan la próxima semana!

Muchas gracias por su tiempo y apoyo,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo.

🌸Persephone



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