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Las Aventuras del Conquistador
🌸 Muy buenas tardes a todos, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de esta fascinante historia!
Les habla Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo veintisiete de Las Aventuras del Conquistador. En esta entrega, nos centraremos en Alejandro Magno y en su evolución hacia una figura legendaria.
¡Prepárense para sumergirse en su épico viaje!
Resumen del capítulo anterior: “El Precio de la Redención”
El grupo avanzó con determinación a través del bosque sombrío, enfrentando las vibrantes energías oscuras que parecían rodearlos. Liderados por Deméter y el león guardián, sus compañeros mágicos, Alejandro, Carlomagno y Zenobia mantuvieron su concentración, conscientes de la proximidad de la fortaleza de Isabela. Al enfrentarse a sombras humanoides que emergían de la penumbra, lucharon codo a codo, empleando todo su poder para abrirse paso hacia su objetivo. La batalla en el bosque fue intensa, pero su voluntad de salvar a Sigfrido, atrapado bajo el dominio de la oscuridad, los impulsó a continuar.
Al llegar a un claro, el grupo encontró a Sigfrido, transformado en un guerrero sombrío al servicio de Isabela. A pesar de sus intentos de liberar su mente con el poder del amuleto de Zenobia, la influencia de la oscuridad resultó ser demasiado fuerte. En un acto cruel, Isabela lanzó una lanza de sombras que atravesó a Sigfrido, arrebatándole la vida justo cuando comenzaba a recuperar su humanidad. Sus últimas palabras, cargadas de arrepentimiento y esperanza, dejaron al grupo devastado, pero determinados a honrar su sacrificio.
Con el dolor de la pérdida pesando sobre ellos, Alejandro, Carlomagno, Zenobia y sus aliados juraron no rendirse. Isabela desapareció, dejándolos con un desafío aún mayor por delante: enfrentarla y detener la oscuridad que amenaza con consumirlo todo. Unidos por el sacrificio de Sigfrido, el grupo se prepara para la batalla final, sabiendo que son la última esperanza para que la luz prevalezca.
Capítulo 27: “La Última Chispa de Esperanza”
El grupo observaba el cuerpo inerte de Sigfrido, y una oleada de emociones se extendía entre ellos: dolor, ira y una determinación renovada. Cada uno de ellos comprendía que no podía permitirse flaquear; la batalla final contra Isabela sería decisiva, y cada sacrificio que habían soportado debía valer la pena.
Alejandro cerró los ojos por un instante, dejando que el eco de las últimas palabras de Sigfrido resonara en su mente. "La luz siempre prevalece..." El guerrero tomó una bocanada de aire profundo y se levantó, con su espada brillando más intensamente que nunca.
—Sigfrido no nos abandonó en vano —dijo, con la voz firme aunque quebrada por el dolor y las lágrimas—. Esta batalla es por él, por nosotros y por todos aquellos que Isabela ha arrebatado.
Carlomagno colocó una mano sobre el hombro de Alejandro, transmitiendo su apoyo silencioso. Su mirada estaba fija en el horizonte oscuro, donde las sombras parecían palpitar como si respondieran al sacrificio reciente. Deméter y el león guardián se colocaron a ambos lados del grupo, sus ojos brillando con un fuego indomable. La presencia de estas criaturas mágicas era un recordatorio tangible de la fuerza que todavía poseían.
—No tenemos tiempo que perder —dijo Carlomagno, su voz firme como el acero—. Isabela no descansará hasta que nos destruya. Debemos enfrentarnos a ella antes de que recupere toda su fuerza.
Zenobia se inclinó sobre el cuerpo de Sigfrido, su amuleto brillando suavemente mientras murmuraba una breve oración. Sus palabras eran un voto de venganza y justicia, un juramento de que la luz prevalecería sobre la oscuridad. Cuando terminó, se puso de pie y se volvió hacia los demás.
—Sigfrido nos dio el tiempo que necesitábamos para prepararnos —dijo con determinación—. No desperdiciaremos su sacrificio.
Fu Fei flotaba cerca, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y sabiduría. La entidad espiritual, aunque no del todo humana, compartía el peso de la pérdida.
—La fortaleza de Isabela se encuentra cerca —anunció, su voz resonando como un eco en la mente de todos—. Su poder está debilitado por la luz del amuleto, pero no podemos subestimarla. Preparémonos para lo que viene.
El grupo asintió, y comenzaron a avanzar nuevamente, dejando atrás el claro donde Sigfrido había caído. Cada paso que daban era un recordatorio del sacrificio que habían presenciado, pero también era un paso hacia la esperanza de un futuro mejor. La atmósfera a su alrededor cambiaba a medida que se acercaban a la fortaleza: el aire se volvía más denso, cargado de una energía opresiva que parecía aplastar su voluntad.
Finalmente, llegaron a las puertas de la fortaleza de Isabela. Era una estructura imponente, hecha de piedra negra que absorbía la luz como si estuviera viva. Las torres se alzaban hacia el cielo, y las sombras danzaban alrededor de la entrada como guardianes silenciosos. La energía oscura que emanaba del lugar era casi insoportable, pero el grupo no retrocedió.
—Este es el momento —dijo Alejandro, ajustando el agarre sobre su espada—. Terminemos con esto.
Carlomagno asintó y avanzó hacia las puertas, con Deméter a su lado. El dragón exhaló una llamarada dorada que iluminó la oscuridad, creando un camino despejado hacia el interior. El grupo entró con cautela, sus sentidos alerta a cualquier amenaza.
El interior de la fortaleza era un laberinto de pasillos oscuros y cámaras llenas de una energía oscura que parecía pulsar con vida propia. Cada paso que daban era acompañado por un susurro casi inaudible, como si las paredes mismas estuvieran observándolos.
Finalmente, llegaron a una gran sala central. En el centro de la habitación, Isabela los esperaba, rodeada por un aura de sombras que se retorcían y cambiaban de forma. Su rostro estaba marcado por una sonrisa cruel, y sus ojos brillaban con un odio que parecía consumir todo a su alrededor.
—¡Finalmente han llegado! —dijo, su voz resonando como un trueno—. ¿Creían que podían desafiarme y salir con vida?
Alejandro avanzó, su espada brillando con una luz cegadora. —No somos nosotros quienes estamos desafiando, Isabela. Eres tú quien teme a la luz.
Isabela soltó una carcajada, el sonido reverberando por la sala. —La luz no tiene lugar en este mundo. Pronto, todos entenderán que la oscuridad es el único camino.
Carlomagno levantó su espada y se colocó junto a Alejandro. —La oscuridad puede ser fuerte, pero nunca será suficiente para apagar la luz. Hoy pondremos fin a tu reinado.
La batalla comenzó con una intensidad que superó todo lo que habían enfrentado antes. Isabela invocó sombras que tomaban formas aterradoras, atacando al grupo con una velocidad y fuerza implacables. Deméter y el león guardián luchaban contra las criaturas, sus ataques llenando la sala con destellos de luz dorada.
Zenobia levantó su amuleto, canalizando su energía para crear una barrera protectora alrededor del grupo. Fu Fei se movía rápidamente entre las sombras, atacando con destellos de luz pura que debilitaban a los enemigos. Alejandro y Carlomagno atacaban a Isabela directamente, sus golpes coordinados intentando romper su escudo de sombras.
—¡No es suficiente! —gritó Fu Fei—. Necesitamos un ataque combinado.
Zenobia asintó, cerrando los ojos y canalizando toda su energía hacia el amuleto. Una luz cegadora llenó la sala, envolviendo al grupo y uniendo sus fuerzas en un único ataque dirigido hacia Isabela.
Isabela gritó mientras la luz la envolvía, su forma comenzando a desmoronarse. Las sombras que la rodeaban se disiparon, y por un momento, el silencio llenó la habitación.
Cuando la luz finalmente se desvaneció, Isabela estaba de rodillas, su poder reducido a un susurro de lo que había sido. Pero antes de que pudieran celebrar su victoria, la oscuridad alrededor de la sala comenzó a concentrarse en un único punto.
—Esto no ha terminado... —susurró Isabela, su voz llena de odio. Con un último estallido de energía oscura, desapareció, dejando atrás una sensación de inquietud.
El grupo se quedó en silencio por un momento, recuperando el aliento y asimilando lo que había sucedido. Habían debilitado a Isabela, pero sabían que la batalla final todavía estaba por delante. La luz había prevalecido esta vez, pero la oscuridad aún acechaba.
—Esto no ha terminado —dijo Alejandro, su voz firme—. Seguiremos luchando, por Sigfrido y por todos los que han caído. La luz prevalecerá.
Carlomagno asintió, su mirada llena de determinación. —Estamos listos. No importa lo que venga, lucharemos juntos.
El grupo salió de la fortaleza, sus corazones pesados pero llenos de esperanza. La batalla contra Isabela aún no había terminado, pero sabían que, mientras permanecieran unidos, la luz siempre tendría una oportunidad de prevalecer.
¡Hasta aquí llegamos con este capítulo!
Espero que les haya gustado.
Muchas gracias,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo de mi historia.
🌸Persephone
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