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Las Aventuras del Conquistador
🌸 Muy buenas tardes a todos, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de esta fascinante historia!
Les habla Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo veinticinco de Las Aventuras del Conquistador. En esta entrega, nos centraremos en Alejandro Magno y en su evolución hacia una figura legendaria.
¡Prepárense para sumergirse en su épico viaje!
Resumen del capítulo anterior: “Las Pruebas de Luz y Sombra parte IV (final): La Prueba del Reflejo Oscuro”
El amanecer en el desfiladero anunciaba la llegada del grupo a la Puerta de los Reflejos, un portal cubierto de runas que los llevaría a confrontar las facetas más oscuras de sus almas. Al cruzar, fueron transportados a un salón de espejos interminable, donde cada superficie reflejaba sus temores más profundos. Alejandro enfrentó la Sombra de la Ambición, comprendiendo que el verdadero liderazgo radica en la humildad. Carlomagno luchó contra el Fuego de la Destrucción, aprendiendo que el poder sin control es destructivo, y solo guiando con equilibrio se logra la verdadera fuerza. Zenobia confrontó el Abismo de la Soledad, descubriendo que la verdadera fortaleza reside en la confianza en sí misma y en sus compañeros.
Al superar sus pruebas, el grupo emergió transformado, con una nueva comprensión del equilibrio entre luz y sombra. Fu Fei, quien había presenciado su evolución, les reveló que esta lección era crucial para enfrentar la amenaza final de Isabela Bathory. Unidos por un propósito común y fortalecidos por sus victorias personales, Zenobia, Carlomagno y Alejandro cruzaron un portal dorado, sabiendo que la batalla definitiva estaba por comenzar. Con sus criaturas mágicas a su lado, se prepararon para restaurar la luz en un mundo al borde de la oscuridad.
Capítulo 25: “Rastros en la Oscuridad: La Búsqueda del Alma Olvidada”
El portal dorado se cerró con un suspiro, y el grupo emergió en el corazón de un bosque que parecía respirar sombras y recuerdos. El aire estaba impregnado de una calma inquietante, como si los árboles susurraran secretos antiguos. Las hojas, bañadas en un tenue resplandor de luna, parecían más oscuras, como si algo hubiera drenado parte de la vida del lugar.
—Estamos de vuelta... —susurró Zenobia, su mirada escudriñando entre las ramas retorcidas.
El Bosque de las Sombras. Habían luchado aquí antes, enfrentando a los seguidores de Isabela Bathory, y ahora volvían con un propósito más claro, pero no menos peligroso. La victoria parecía lejana, y el tiempo corría en su contra.
Deméter extendió sus alas, su silueta oscura y majestuosa recortándose contra el cielo. El león de Alejandro, silencioso y alerta, caminaba con paso firme, sus ojos dorados escaneando cada sombra en busca de peligro.
—No debemos perder el tiempo —dijo Carlomagno, su voz firme—. Isabela dejó sus huellas aquí, y aún debemos encontrarlas.
Alejandro asintió, su mente aún centrada en la última visión del portal. Sabía que cada sombra en este bosque podría ser una trampa, pero también comprendía que no había marcha atrás. Sigfrido seguía bajo el control de Isabela, y rescatarlo era tan crucial como detener la oscuridad que amenazaba con consumir todo.
Zenobia cerró los ojos, concentrándose. Su amuleto brilló tenuemente, y una suave brisa comenzó a moverse entre los árboles. La magia del bosque aún contenía ecos de lo ocurrido.
—Las huellas de la oscuridad no desaparecen fácilmente —dijo—. Debemos encontrar el rastro de los seguidores.
El suelo estaba cubierto de marcas apenas perceptibles: huellas que se dirigían hacia el norte, donde los árboles se volvían más espesos y la sombra más densa. Fu Fei, que había adoptado una forma translúcida, señaló un sendero apenas visible.
—Ellos se movieron hacia allí —dijo, su voz casi un susurro en el viento—. Y no lo hicieron solos. Sigfrido estuvo aquí.
Alejandro apretó el puño. Recordaba a Sigfrido: un guerrero formidable, un amigo, ahora convertido en un peón de Isabela. Había caído bajo su control en la última batalla, su fuerza y espíritu retorcidos por la magia oscura.
—No podemos enfrentarnos a Isabela sin liberarlo primero —dijo Alejandro, su voz firme—. Sigfrido es clave para derrotarla.
—Pero también es uno de sus escudos —advirtió Zenobia—. La oscuridad lo ha consumido. Liberarlo no será fácil.
Carlomagno miró a Deméter, recordando las palabras de Fu Fei: la clave está en el equilibrio entre luz y sombra. Liberar a Sigfrido no solo requería fuerza, sino también compasión. La sombra debía ser sanada, no destruida.
Se reunieron en un claro, donde la luz de la luna se filtraba a través de las ramas, formando un círculo de plata en el suelo. Era un lugar sagrado, un resquicio de la antigua magia del bosque.
—Necesitamos un plan —dijo Zenobia, sentándose sobre una roca—. No podemos atacar a ciegas.
—Sigfrido está en el centro del poder de Isabela —dijo Fu Fei—. Ella lo mantiene cerca, no solo como un guardián, sino como una muestra de su fuerza. Si lo liberamos, debilitaremos su control sobre la sombra.
Alejandro asintió. —Debemos dividir nuestras fuerzas. Necesitamos crear una distracción mientras uno de nosotros se infiltra y lo libera.
Carlomagno negó con la cabeza. —Es demasiado arriesgado. Isabela estará preparada para eso. Necesitamos atacar desde dentro, no desde fuera.
Zenobia sonrió. —Entonces, ¿por qué no hacerlo ambos? Crear una distracción externa mientras nos infiltramos en secreto. Deméter y el león pueden atraer la atención de sus sombras mientras nosotros nos movemos hacia el corazón de su fortaleza.
Fu Fei asintió, su forma etérea brillando. —La luz y la sombra deben moverse en equilibrio. Si logramos sincronizar nuestros ataques, tendremos una oportunidad.
El grupo se miró, la determinación reflejada en cada rostro. Sabían que el camino por delante era peligroso, pero también comprendían que era la única opción.
—Isabela no solo controla a Sigfrido —dijo Alejandro, su voz baja—. Controla el miedo, la duda, la desesperanza. Debemos enfrentarnos a eso también.
Zenobia colocó una mano sobre su amuleto. —No estamos solos. Hemos enfrentado nuestras sombras, y hemos salido más fuertes. Esta vez, no será diferente.
Carlomagno miró al cielo, donde las estrellas brillaban con un fulgor tenue. —Lucharemos no solo por Sigfrido, sino por todo lo que representa. La luz regresará a este mundo. Y nosotros seremos su guía.
El grupo se levantó, cada uno sintiendo el peso de la misión que les esperaba. Deméter extendió sus alas, y el león rugió suavemente, como si comprendiera la gravedad de lo que estaba por venir.
—Vamos —dijo Zenobia, su voz firme—. La sombra nos espera. Pero esta vez, la luz no retrocederá.
Se adentraron en el bosque, el susurro de las hojas acompañando cada paso. El viaje final había comenzado, y el destino de todo pendía de un hilo. Pero juntos, sabían que podían enfrentarlo.
La batalla por el alma de Sigfrido... y del mundo entero, estaba a punto de comenzar.
¡Hasta aquí llegamos con este capítulo!
Espero que les haya gustado.
Muchas gracias,
Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo de mi historia.
🌸Persephone
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