“El Guerrero en la Oscuridad” [Capítulo 19] Las Aventuras del Conquistador - Infinity Kingdom

Las Aventuras del Conquistador

🌸 Muy buenas tardes a todos, ¡bienvenidos a un nuevo capítulo de esta fascinante historia!

Les habla Persephone, y hoy tengo el placer de presentarles el capítulo dieciocho de Las Aventuras del Conquistador. En esta entrega, nos centraremos en Alejandro Magno y en su evolución hacia una figura legendaria. ¡Prepárense para sumergirse en su épico viaje!

Resumen del capítulo anterior: “Tomiris: El Control de la Hechicera”

En el anterior capítulo se enfrentaron a Tomiris, una gran hechicera con un poder abrumador. Podía controlar el cuerpo y la mente de quién sufriera su hechizo, logrando conseguir que se enfrenten el grupo consigo mismo hasta que logran encontrar una manera de derrotarla.

Cuando están por terminar de enfrentar a a la hechicera aparece Isabel, interrumpiéndolos y llamando a la batalla a un gran guerrero. 

Capítulo 19: “El Guerrero en la Oscuridad”

La figura se acercó, y al retirar su capucha, reveló un rostro conocido: Sigfrido, el compañero de aventura de los chicos. Su mirada era intensa y decidida, y su presencia irradiaba un poder ancestral que lo diferenciaba de cualquier otro adversario que hubieran enfrentado. “No me veían venir, ¿verdad? He sido convocado por la misma magia que ustedes intentan dominar.”

“Sigfrido…,” murmuró Zenobia, horrorizada al reconocer al guerrero que había sido un símbolo de valentía y fuerza para el grupo. Pero ahora, su aura estaba teñida por la oscuridad de las hechiceras.

La tensión se palpaba en el aire mientras la atmósfera se cargaba de energía. Sin previo aviso, Sigfrido desenvainó su espada, que destelló con una luz oscura. Con un grito de guerra, se lanzó hacia adelante, y la batalla se desató.

Tomiris e Isabel, uniendo sus fuerzas, comenzaron a conjurar hechizos de inmediato. Un torbellino de magia se formó en sus manos, y un rayo de luz púrpura se disparó hacia Alejandro. “¡Cúbrete!” gritó Carlomagno, lanzándose hacia su hermano y levantando su escudo justo a tiempo para desviar el impacto. La explosión de energía los lanzó hacia atrás, pero el grupo se recuperó rápidamente.

Sigfrido, con movimientos ágiles y precisos, se lanzó contra el Guardián León, quien, aún bajo el control de Tomiris, rugió y atacó sin piedad. La batalla se convirtió en un choque de titanes; el león y el guerrero se enzarzaron en un combate feroz, los golpes resonando como truenos en el pasillo.

“¡León, resiste!” clamó Alejandro, intentando conectar con su amigo. Pero el león, poseído por la magia oscura, parecía ignorar su llamado. Sigfrido aprovechó la confusión, esquivando las garras del Guardián y contraatacando con su espada, que brillaba con un brillo oscuro.

“¡No te dejaré ganar!” exclamó Zenobia, levantando sus manos para invocar un escudo de luz. Un destello iluminó el pasillo, enfrentándose a las sombras que amenazaban con devorar a sus amigos. Con cada palabra de su conjuro, la magia de la tierra parecía resonar, otorgándole poder.

Isabel, furiosa, contraatacó con un hechizo de oscuridad. “¡Miserables! No tienen idea de lo que enfrentan.” Con un movimiento de su mano, hizo que las sombras se alzaran en forma de serpientes oscuras que se lanzaron hacia Zenobia. Las criaturas se enroscaron a su alrededor, tratando de desestabilizarla.

Pero Alejandro no estaba dispuesto a rendirse. “¡Concentrémonos! ¡Debemos trabajar juntos!” gritó, intentando alentar a su grupo. Se lanzó hacia Sigfrido, que en ese momento estaba desarmando al Guardián León con un golpe certero. Alejandro logró desviar su atención por un instante, conectando con la esencia heroica que una vez había definido al guerrero.

“¡Sigfrido, regresa a la luz!” clamó Alejandro, sintiendo la conexión que una vez existió entre ellos. Sin embargo, la oscuridad en los ojos de Sigfrido parecía más fuerte, alimentada por las palabras de Tomiris y la risa burlona de Isabel.

“¡Ciegos! Esta es la era de la oscuridad,” rugió Sigfrido, lanzándose hacia Alejandro con su espada en alto. Pero antes de que pudiera asestar un golpe, Carlomagno apareció a su lado, usando su escudo para bloquear el ataque. “¡No estás solo, hermano!” exclamó, empujando a Sigfrido hacia atrás con fuerza.

La energía de la batalla alcanzó su punto máximo. Las luces y sombras chocaban en una danza mortal, iluminando el pasillo como si fuera un campo de guerra. Los rayos de luz de Zenobia se entrelazaban con los oscuros hechizos de Tomiris, creando un espectáculo de destellos que iluminaban cada rincón.

Las palabras de Tomiris resonaron en el aire, llenas de poder: “¡Tomen su destino! ¡Dejen que la oscuridad consuma todo!” Con cada invocación, la tierra temblaba y se abría, mientras raíces y espinas comenzaban a surgir del suelo, atrapando a los guerreros en su abrazo mortal.

Alejandro, sintiendo el peso de la desesperación, recordó la luz que había presenciado antes. “¡Debemos unir nuestras fuerzas!” gritó. “¡Nuestra amistad es más fuerte que su oscuridad!”

Aprovechando el momento de distracción, Zenobia concentró toda su energía y, con un grito, lanzó un rayo de luz que atravesó el campo de batalla, iluminando a Sigfrido. El guerrero se detuvo, y por un instante, sus ojos parecieron brillar con la claridad de su antiguo ser.

“¡Alejandro!” exclamó Sigfrido, pero la influencia de Tomiris lo envió de nuevo a la oscuridad. Con un giro de su muñeca, Tomiris canalizó más poder, creando una explosión de sombras que la envió hacia el grupo, lanzando a Zenobia al suelo.

“¡No lo permitiré!” gritó Carlomagno, levantándose de nuevo. Con su escudo, absorbió el impacto de la magia oscura, pero el retroceso lo lanzó contra la pared, y la fuerza casi lo deja sin aliento.

“¡Carlomagno!” llamó Zenobia, levantándose con dificultad. Se unió a Alejandro, que ya se estaba acercando a Sigfrido nuevamente.

“¡Resiste, viejo amigo!” exclamó Alejandro, lanzándose hacia él mientras las sombras intentaban envolverlo. “¡Sabemos que aún estás dentro de ti!”

Con un movimiento desesperado, Alejandro levantó sus manos, sintiendo la energía fluir a través de su cuerpo, y lanzó un destello de luz hacia Sigfrido. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Isabel lanzó un hechizo, interrumpiendo su intento y desatando un torrente de sombras sobre el grupo.

“¡No escaparan de mí!” rió Isabel, disfrutando del caos que había desatado. Las sombras se arremolinaron alrededor de Alejandro, amenazando con absorberlo por completo.

La batalla parecía perdida. Justo cuando el grupo se daba cuenta de que estaban a punto de ser derrotados, la energía acumulada alcanzó un punto de ebullición. Un grito resonó en el pasillo, un grito que se sentía como si venía de la tierra misma. De repente, una explosión de luz iluminó el espacio. Un destello cegador, como un sol que estallaba en el horizonte, envolvió a todos.

Tomiris, Isabel y Sigfrido se cubrieron los ojos, aturdidos por la luz repentina. En ese momento de confusión, Alejandro, Zenobia, Carlomagno y el Guardián León fueron transportados a una zona segura, lejos de la batalla. Se encontraron en un claro iluminado, donde la luz del sol brillaba con fuerza, dándoles un respiro necesario.

“¿Qué fue eso?” preguntó Zenobia, su voz temblando de adrenalina. Miraron alrededor, buscando respuestas. El claro parecía un refugio sagrado, lleno de una calma que contrarrestaba la tormenta que habían dejado atrás.

“Debemos recuperarnos,” dijo Alejandro, tratando de calmar a su grupo. “Esa luz… fue nuestra oportunidad. No podemos rendirnos ahora.”

Mientras se recuperaban, sabían que la lucha no había terminado. El enfrentamiento con Tomiris, Isabel y Sigfrido había dejado cicatrices, pero también había despertado en ellos una fuerza interior que aún no habían explorado. La batalla por su libertad continuaría, y ahora, con un nuevo propósito, estaban listos para enfrentar el verdadero desafío que se avecinaba.

¡Hasta aquí llegamos con este capítulo!

Espero que les haya gustado.

Muchas gracias,

Los estaré viendo cada semana con un capítulo nuevo de mi historia.

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